La barbacoa democrática

 

Algún labriego (seguramente bajito, de cejas pobladas y prominente vello corporal) formuló a otro compañero la gran pregunta: «¿Qué coño es España?», entretanto este se apretaba la faja y lo observaba sudar mientras araba la sea tierra castellana. Después de este evento, y como si del relato de Asimov se tratara, esta pregunta resonó del Mediterráneo al Atlántico, del Atlántico a Gibraltar, de Gibraltar a los Pirineos y de ahí de vuelta a la capital. Con el tiempo, el ingenio español tuvo que inventar nuevas palabras, nuevos reyes, nuevas guerras, pero sobre todo nuevos géneros literarios para poder dar una respuesta a esta pregunta. Estos géneros fueron la picaresca y el esperpento. Picaresca, para explicar como el usuario medio de esta península tiene que sacar punta a su ingenio para poder llevarse un trozo de pan a la boca, es decir, una respuesta cruda y realista a nuestra pregunta. Esperpento, para dar cuenta de los claroscuros de la catedral barroca que hemos okupado, es decir, una respuesta romántica. En ambas formas de responder a la última pregunta predomina el pesimismo propio de una nación que nunca pudo recomponerse del hundimiento de la armada invencible, y que ha hecho lo que mejor sabía hacer: dejar para mañana lo que se puede hacer hoy y gastar lo poco que queda en una cruz (o en su defecto bandera) bien grande que decore los restos del naufragio.


Y en esta ruina continuamos, los tiempos cambian; tecnología; redes sociales en las que podemos reírnos histéricamente de nuestras miserias, o formar parte de la maquinaria propagandística de algún señorito madrileño; inteligencias artificiales que pueden generar fotos de Kiko Matamoros en bikini con calidad fotográfica; pero la pregunta sigue siendo la misma. Personalmente, creo que la línea que perfiló, y a la vez deformó, magistralmente Valle-Inclán hace ahora poco más de 100 años, es una de las mejores respuestas al absurdo de la pregunta.  El esperpento se viraliza, reverbera por todas las paredes de este botijo que llamamos España, y da forma a nuestra televisión, nuestra música, nuestro cine, y por supuesto, a nuestra política.


En un dialogo de Luces de Bohemia, Valle-Inclán dice por boca de Max Estrella:


La miseria del pueblo español, la gran miseria moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte. La Vida es un magro puchero; la Muerte, una carantoña ensabanada que enseña los dientes; el Infierno, un calderón de aceite albando donde los pecadores se achicharran como boquerones; el Cielo, una kermés sin obscenidades, a donde, con permiso del párroco, pueden asistir las Hijas de María. Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras. Su religión es una chochez de viejas que disecan al gato cuando se les muere


Y aunque Max esté hablando de religión, bien podría estar hablando de la política española. Política contemporanea en la que los partidos políticos y medios de comunicación minimalizan la realidad, siempre compleja, hasta dejarla sosa, respondiendo en el mejor de los casos con dogmas y supersticiones con los que se apuntan a las tripas, en vez de a la razón; y en el peor respondiendo directamente con la mentira. ¡Ay, Cuanta razón tenía Simone Weil!


Qué ¿Qué es España?, dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul, ¡Que es ESPAÑA! ¿Y tú me lo preguntas?... algunos te responderán que chiringuitos, otros que un nido de fachas, yo por mi parte creo que, en esta última semana de campaña electoral, cuando el esperpento se acelera exponencialmente debido a una combinación de calor asfixiante y al ridículo de nuestra maquinaria política (quizás la industria más productiva de nuestro pais), España es, como dejó escrito el ilustre de las letras Georgie Deann, una barbacoa:


Este domingo, con todos los amigos, nos vamos para el [colegio electoral] a comer la barbacoa.

[…]

Mientras los [políticos], que comen que dan miedo, disfrutan como locos chupándose los dedos.

[…]

La vecina que [vota por correo] toma el sol en la tumbona, yo le saco algo sencillo, pero quiere [chuletón al punto] que le gusta mucho más.


Lo más importante este 23J no es la papeleta, lo más importante es no olvidarse las bebidas y las gaseosas, para esta fiesta veraniega de la democracia, porque chorizos hay de sobra. Como dijo Valle: «En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.» y así nos va.



Daniel Medrán, 21/07/23