Pre-texto

Preámbulos temáticos de participación

Pre-Texto, Precariedad y Vulnerabilidad

«¿Qué te pasa?», «¿Por qué te lo guardas?». Sensibilidad y salario no pueden separarse. Es hora de desterrar la figura del tipo duro que no llora y escuchar las gaitas que se aglutinan en torno a la mina.  Cubrir la herida a ojos de los demás también implica silenciar su escucha. Pero la cosa no se queda ahí, en tímidos y fragmentarios dejes en una conversación, ojos cristalinos mirando por la ventana del autobús, melancolía, nostalgia o, sobretodo, impotencia. Algo late, y aunque parezca imposible, llegará un día en el que sea simplemente difícil seguir respirando. Grabamos y compartimos todo ¿somos conscientes de que en todo momento podemos irnos?

La temática de estos meses girará en torno a los significantes Precariedad y Vulnerabilidad. Este pre-texto es un llamamiento. Busca el resto tras aquellxs que hayan decidido prender fuego al encorsetamiento de la voz para partir de lo que hay: una cartografía oculta, ensombrecida por el fantoche superyoico que nos hemos creado con tal de sobrevivir. ¿Es acaso vivir infravalorarse por un Ideal del Yo fabricado? La amenaza del ostracismo cargada con aporofobia, abyección y muerte constituye la cara más cruenta del deber que se oculta tras la fascinación de imaginarias salvaciones. Así los románticos, desde Baudelaire a Silvia Plath, postergan una vez más su venganza y quedan prendados de tropos cerrados como “es lo que es”, “es lo que hay”, “o lo uno o lo otro”, y donde la especulación prolifera y la apuesta queda expurgada de muerte por su carácter simulado. La decisión pierde su consistencia como límite porque podemos escogerlo todo, incluso si ello acaba con nosotros. Caídas incel, objetualizaciones y tensiones pesadas, concatenaciones reforzadas, encabalgamientos rabiosamente tristes, seducciones fascistoides… De la fobia solo nacen imperios.

Llamamos a las heridas, a las veces que nos hemos escondido en el se de las cosas, a la revelación tras el trauma. Llorar, lloramos juntos. También luchamos. Llamamos a las historias que pueden ser Historias, a las personas que no persiguen la identidad porque se reconocen en un océano pantanoso de misterios y dolores, de agresiones sexuales y contratos finalizados. Nuestra voz suena igual en el centro que en la periferia, tanto en casa como en la oficina. Si ellos juegan a difuminar nuestras fronteras, nosotros llamamos al grito.


Anónimxs, nombres de pila o con sus apellidos, los textos que recibamos estos meses darán cuenta de los efectos de las estructuras, los residuos de los días que pasan, de esas trazas que vamos dejando a medida que seguimos troceando nuestro tiempo y nuestros cuerpos por máquinas productivas que no queremos. Ya se vislumbre la posibilidad de un corte y el encuentro experiencial con otra cosa o no, abrimos este espacio para dialogar en las sombras. Ante tanto iluminismo y perversiones contemporáneas de nuevos movimientos Ilustrados, el oscurantismo, donde guardaba Henry Ford el saber que provocaría una revolución proletaria, donde descubrimos que nunca hemos amado, donde reconocemos la sombra junguiana que resta por abrazar y encarnar, donde os esperamos y nos miramos a la cara sintiendo el peso gravitacional de una mirada y el entretejido espontáneo de un encuentro… Allí, más acá del simulacro, en los márgenes, nos leemos recuperando el ímpetu moderno tras descubrir la farsa tras la tragedia de haber matado a Dios.

Escribimos raro; no porque estemos hartos del sentido común y la razón de razones, sino porque el mismo acto locutor siempre está enrarecido. La voz es ese monstruo que habita en la herida que portaremos hasta perecer. «¿Hasta cuándo seguiremos dejando de lado lo que somos por lo que deberíamos ser?». Aquí no pasamos de largo de lo que sentimos. Recuperemos la vida sustraída del campo eterno y partamos desde la muerte que llevamos encima. Invoquemos valentía prometeica recuperando la llama de nuestra existencia y soñemos dónde la queremos ver. El ágalma, el enigma, la seducción, demanda otras formas de escucha. Tal vez el monstruo no seamos más que nosotros entregados a una razón que no entiende de relaciones, implicaciones y dependencias. Lejos del deber kantiano, reivindicamos el sudor de nuestros cuerpos, el hambre de nuestros estómagos y las manchas de nuestras manos. La ansiedad como punto de partida, como lugar de enviste. ¿Hasta cuándo «vivir para siempre» si no recordamos lo que era la vida?

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