Sabemos que es la última barrera, el último bastión, el inicio del final. La guerra civil se halla en el desborde de ese vaso, el líquido desparramado poco a poco. Tal vez la gota no haga falta si la superficie no deja de estar asediada por terremotos, movimientos sísmicos de todo tipo. Incluso, hay ya tanta agua fuera del vaso que el problema no se trata tanto del derrame sino de la cantidad por ahí esparcida. ¡Todas las condiciones para la revolución las sufrimos en nuestro día a día! Aún así, lo que hay que destacar de ello es que hay un aguante indefinido, un aferrarse a la vida por más que las condiciones sean miserables, una resistencia de trinchera, anclados a cómo están las cosas, a qué hacen de nosotr_s, los anonim_s, el bloom, el potencial enemigo que temido que somos sumergido en un temor mayor, ya que todo siempre puede ir a peor, ¿para qué desbordar inoperantes en una situación que no cuenta con nosotr_s? ¿Cuándo contaremos con nosotr_s? La supervivencia, con dos, tres, cuatro, cinco trabajos, cobrados en negro, sin seguridad social ni cotización de ningun tipo, condiciones más que precarias, donde reina la explotación silenciosa, un secreto guardado y sufrido por tod_s, una comunidad del dolor, compartir lo mal que están las cosas y su deriva catastróficaQuieren que hablemos del universitario sin posibilidades de encontrar trabajo, también hablamos del paría que no quiere trabajar, de quien duerme a la intemperie o quien a través de su ventana observa como los Hipsters urbanitas colonizan su barrio. Hablamos de la identidad de la tierra, de la identidad de lo comunitario, del ciudadan_ que solo tiene a su igual. Hay algo ahí, algo que insiste tanáticamente, hallando el placer en el goce y su repetición en las penurias y sus pronósticos. Como aquell_s consumidores de películas de desastres climatológicos, enganchados a un Tiqqun, una escatología violenta y apocalíptica que acabe con todo, que arrase con todo. Pero no se cuenta con nosotr_s. Se disfruta de un simulacro nihilista hasta que lo real de la fantasía acomete sin piedad sobre sus creador_s. Tod_s somos dignos de ser sacrificados, pero ningún yo quiere sacrificarse.
Hay ciertas imaginerías para las cuales no estamos preparad_s. Ciertas fantasías que vienen a suplir una dolencia presente pero cuya sincronía resta muy alejada de lo que en efecto se requiere a nivel estructural y organizativo. Esta disincronía, proveniente de una escucha atrofiada e hiperbólica por años de asperezas en la impotencia y los márgenes del poder, puede ser rellenada con cualquier cosa ¡Qué difícil es la escucha!. Literalmente, cualquier cosa. Terraplanismo, ser el dueño de uno mismo, teorías conspirativas no conspiracionistas, gorros de plata, enemigos imaginarios a lomos de habladurías y estadísticas inventadas por medios de mierda, amistades sin rumbo que cartografia su propia soledad con lo primero que ofrece mínimos destellos de una comunidad perdida, militarismo de pacotilla, complicación en lugar de complejización del pensamiento y un largo etcétera que seguro, querid_ amig_, has tenido que lidiar. Sólo los parecidos pueden diferenciarse, sólo a través de las grietas podemos recordar a nuestros iguales.
A pesar de todo ello, en las universidades alrededor del mundo, comenzando en las de EEUU, se ha iniciado un movimiento, un proceso, que bien podría propiciar la aparición de ciertos comunalismos. Darnos cuenta que somos más de l_s que nos imaginamos. Incluso recuperar cierta fe que nos emancipe de sus redes de desinformación. Escuchar que no estamos sol_s, que los afectad_s y los sin poder nos tenemos cerca por muy lejos que nos hayamos ido quedando en su océano de redes. Las acampadas, las de aquí y las de allí, contienen el germen no sólo de denuncia contra un genocidio en curso y la complicidad institucional y mediática de los países que se muestran tibios ante los ya 40.000 muert_s y subiendo; también de un hartazgo que nos cuesta ver detras de tanta cara filtrada. Cuando millones han sido forzados a abandonar su hogar. Estamos presenciando hasta dónde son capaces de llegar los estados por mantener ciertas relaciones comerciales y diplomáticas. Nuestras vidas no importan mientras el dinero corra. El poder no es invisible, no es complejo, es el caradurismo de una economía que nada entiende, que todo lo soporta. Vosotr_s trabajad, nosotros gestionamos.