Luke Turner – Metamodernismo: una breve introducción[1]

por Juan Ignacio Iturraspe

Metamodernismo es un término que ha ganado fuerza en los recientes años a modo de articulación de desarrollos en la cultura contemporánea, el cual, se esgrime (y nuestra generación parece reconocerlo intuitivamente) como una visión de un movimiento más allá de la modalidad posmoderna de finales del siglo XX. En mitad del despertar de una miríada de crisis en las últimas dos décadas -cambio climático, derrumbe financiero y la escalada de conflictos globales- hemos podido ver la emergencia de un palpable deseo colectivo por el cambio, por algo que se encuentra más allá de la sentencia prematura del “Fin de la Historia”.

La nuestra es una generación gestada en los 80’s y los 90’s, bajo el régimen de Los Simpsons y South Park, de los cuales la ironía y el cinismo posmoderno eran canónicos, algo arraigado en nosotros. De todos modos, a pesar de, o debido a esto, el anhelo por el sentido -por una sincera y progresiva construcción y expresión- ha moldeado el modelo cultural dominante.

Mientras el posmodernismo era caracterizado por el deconstructivismo, la ironía, el pastiche, el relativismo, el nihilismo y el rechazo de grandes narrativas (por realizar una caricatura de ello), el discurso en torno al metamodernismo se involucra con el resurgimiento de la sinceridad, la esperanza, el romanticismo, el afecto, y el potencial de grandes narrativas y verdades absolutas, sin olvidar lo aprendido del posmodernismo.

De este modo, en lugar de dar señales de un retorno ingenuo a posiciones ideológicas modernistas, el metamodernismo considera que nuestra era está caracterizada por una oscilación entre aspectos tanto del modernismo como el postmodernismo. Vemos en este manifiesto una especie de ingenuidad informada, un idealismo pragmático, un fanatismo moderado, una oscilación entre la sinceridad y la ironía, deconstrucción y construcción, apatía y afecto, tratando de llegar a una especie de posición trascendente, como sí[2] ello estuviera a nuestro alcance. La generación metamoderna comprende que podemos ser tanto irónicos como sinceros al mismo tiempo; sin que uno supongo el detrimento o la exclusión del otro.

El uso del prefijo meta aquí deriva de la metaxis platónica, la cual describe una oscilación y simultaneidad entre y más allá de polos diametralmente opuestos. Este uso del término fue propuesto por los teóricos culturales holandeses Timotheus Vermeulen y Robin van den Akker en su ensayo conjunto, Notes on Metamodernism, constituyendo así su proyecto de investigación y su web homónimas, además de numerosos simposios y exhibiciones, de las cuales académicos, escritores y artistas de diversa índole formativa y de distintas partes del mundo han sumado sus voces.

Como Vermeulen y van den Akker señalan, la oscilación metamodernista no debe pensarse como un balance; “en lugar de ello, consideremos un péndulo que se balancea entre 2, 3, 5, 10, innumerables polos. Cada vez que el entusiasmo metamoderno oscila hacia el fanatismo, la gravedad lo devuelve a la ironía; en el momento en el que la ironía lo lleva a la apatía, la gravedad lo lleva al entusiasmo”.

Podemos apreciar esta sensibilidad moderna, por ejemplo, en las películas de Spike Jonze, Miranda July , Wes Anderson, Leos Carax y Alejandro Iñarrítu; en la música de Donald Glover, Bill Callahan, Janelle Monáe y Future Islands; en series de televisión como Parks and Recreation, Breaking Bad, BoJack Horseman y Last Week Tonight; en las novelas de David Foster Wallace, Zadie Smith y Roberto Bolaño; la poesía de Jasmine Dreame Wagner, Sophie Collins y el multimedia cuasi místico de Melissa Broder, NewHive offerings. En las artes visuales hemos visto un giro hacia los sencillos conceptos insubstanciales de YBAs, o la vacuidad sobredimensionada en los irónicos adornos de Jeff Koons, pasando por el reencuentro con la materialidad, el afecto y lo sublime en las obras de artistas como Olafur Eliasson, Morehshin Allahyari y Guido van der Werve, al igual que movimientos como el Cybertwee y el Afrofuturismo, o las actuaciones de LaBeouf, Rönkkö y Turner.

La nuestra es una época en la que el incrementado uso del pensamiento especulativo prospera, con filosofías como el Realismo Especulativo y la Ontología Dirigida a los Objetos, del mismo modo que movimientos como Ocuppy, Black Lives Matter y el nacimiento de facciones políticas extremistas (para bien o para mal, como es el caso de la derecha alternativa [alt-Right]), empoderado por los medios de comunicación. Sin embargo, el mismo metamodernismo no se tiene a sí mismo como filosofía o movimiento artístico, puesto que no se perfila como un sistema cerrado de pensamiento ni dictamina ningún tipo de valores estéticos ni metodológicos. No es un manifiesto -aunque, siendo yo mismo un artista, no pude resistirme a la tentación de imaginarlo como si lo fuera con el Metamodernist Manifesto del 2011 como un ejercicio simultaneo de definición e incorporación del espíritu metamoderno; al mismo tiempo coherente y presuntuoso, serio y contraproducente, y a fin de cuentas esperanzado y optimista.

El metamodernismo, entonces, no propone ningún tipo de visión utópica, aunque sí describe el clima en el que se las anhela, a pesar de su fútil naturaleza, han pasado a primer plano. El discurso metamoderno es descriptivo en lugar de preceptivo; motivado por la inclusión y articulación de los desarrollos del momento asociados a la estructura del sentimiento [structure of feeling] lo que conlleva a ver el vocabulario de la crítica posmoderna como insuficiente, pero cuyos caminos futuros han de ser construidos.


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[1] Turner, Luke (2015) “Metamodernism: A Brief Introduction” en Notes on Metamodernism. Recuperado de: http://www.metamodernism.com/2015/01/12/metamodernism-a-brief-introduction/. Este artículo fue publicado primeramente en Queen Mob’s Teahouse / Berfrois en enero de 2015, adaptado asimismo para la ponencia realizada en el Royal College of Art en noviembre de 2014.  

[2] N. del T.: Aquí hace referencia al idealismo negativo kantiano, aquel que constituye el código moral de conducta siguiendo las máximas extraídas del imperativo categórico, actuando de este modo como sí ello fuera seguido por el resto de la humanidad. De ahí que se deducen proposiciones como “no mentiras”, aunque establezca la posibilidad de generar excepciones dependiendo de las circunstancias. Esto proviene de su vinculación pietismo, muy influyente entre escritores y filósofos durante el siglo XVII. Lo que señala aquí Luke Turner viene a señalar la distinción que establece con el idealismo positivo hegeliano, el cual tiene presente la idea del avance histórico mediante procesos dialécticos hacia un Telos. Para distinguirlos sencillamente vemos como Kant se muestra escéptico frente a dicho fin último pero conserva su funcionalidad, mientras que Hegel sostiene dicho Telos como la verdad que se viene desplegando dialécticamente a lo largo de la historia.