25€ de multa (falta de entusiasmo progresista)

 

Por cuestiones de la vida, el viernes pasado -fecha de nacimiento de ésta, nuestra campaña electoral- recibí un correo electrónico del Consulado de Bélgica que me recordaba, un año antes, que estoy obligado a votar en las próximas elecciones federales y europeas de 2024, a cuenta y riesgo de las siguientes sanciones, recogidas todas en el artículo 210 de su Código Electoral: una multa de 5 a 10 € por la primera abstención arbitraria cometida; una multa de 25 € si la abstención es recurrente; o la inhabilitación dentro del censo electoral -y, por tanto, la imposibilidad de volver a votar- durante la próxima década si se me ocurre abstenerme hasta en 4 ocasiones en un período de vigencia de 15 años, ¡ahí es nada!

 

La jugada -que me parece maestra por parte de las autoridades belgas, por cierto- ha estado persiguiéndome desde entonces; y no han dejado de asaltarme, tampoco, las nociones de obligatoriedad, presión y aspiración que manejaba Bergson en Las dos fuentes de la moral y la religión (Editorial Sudamericana, 1962), sobre todo en lo tocante a la presión como elemento constitutivo de las sociedades cerradas, que no pretenden sino conservarse, y a la aspiración, donde «está contenido implícitamente el sentimiento de un progreso», propia de las sociedades abiertas.

 

Bajo estos mismos términos, ¿qué es Bélgica? ¿Qué sería España? Volviendo a las nociones del estado federal -derivadas de la convocatoria de elecciones en 2024-, supongo que ambas representan una sociedad compuesta, a su vez, por distintas sociedades: abiertas, entreabiertas y cerradas; donde la ilusión y el reaccionarismo avivan la batalla.

 

En realidad, quién es quién dentro del entramado (geo)político me da lo mismo, como bien podrán imaginar. Lo que sí que me preocupa es la idea de obligatoriedad -votar es una obligación moral, se ha repetido siempre-, y la deriva misma de esa obligación. Al fin y al cabo, en una cita donde la abstención se ha situado históricamente por encima de los 25 puntos, cabría repensar la estrategia: ¿multas de 25 € para los reincidentes? ¿Más presión añadida? No lo sé. De nuevo, dejemos hablar a Bergson:

 

«Inmanentemente a la [presión] es la representación de una sociedad que no tiene más objeto que su conservación: el movimiento circular a que arrastra a los individuos, movimiento que se produce dentro de unos límites y sin desplazamiento, imita desde lejos, en virtud del hábito, la inmovilidad del instinto. El sentimiento que caracterizaría la conciencia de este conjunto de obligaciones puras, suponiéndolas cumplidas, sería un estado de bienestar individual y social comparable al que acompaña al funcionamiento normal de la vida. Se parecería al placer más que a la alegría. En la moral de la aspiración, al contrario, está contenido implícitamente el sentimiento de un progreso. La emoción de que hablábamos es el entusiasmo de una marcha adelante, entusiasmo que hace que algunos acepten esta moral y que se propague a través de ellos por el mundo. “Progreso” y “marcha adelante”, por lo demás, se confunden aquí con el entusiasmo».

 

Y qué quieren que les diga: entusiasmarme es lo que a mí me gustaría.


Alfonso Mareschal, 13/07/2023