Ernesto Castro - El trap, filosofía millennial para la crisis en España por Juan Iturraspe

Obtuve el libro en mi último cumpleaños, celebrado a la distancia de, precisamente, el territorio en el que fue publicado y para el que fue publicado. El trap, filosofía millennial para la crisis en España, escrito por Ernesto Castro, filósofo nacido en 1990 al que muchos sepultan bajo la etiqueta de youtuber y se le encasqueta, al igual que a mí, en la categoría millennial. Vengo siguiéndolo desde hace ya largo tiempo. No sólo por sus vídeos didácticos y sus performances sino por sus escritos y apariciones en otras plataformas y canales. Entre sus textos encontramos Contra la posmodernidad publicado el 2011 por la editorial Alpha Decay o Un palo al agua: Ensayos sobre estética del 2016, presentado al público por Micromegas. Más recientemente Castro nos sugiere un acercamiento profuso al denso mundo de la realidad especulativa y la ontología dirigida a los objetos con Realismo Poscontinental: ontología y filosofía para el siglo XXI publicado a principios de este año. Trabajo éste último con el que obtuvo su doctorado el año 2019 bajo la dirección de José Luís Villacañas en la Universidad Complutense de Madrid.

Siendo yo millennial y estudiante de filosofía, actualmente realizando mi tesis doctoral sobre el grupo anarquista Tiqqun y sus vinculaciones con la teoría psicoanalítica y el metamodernismo, veo la figura de Ernesto Castro como la de un intelectual académico en toda regla, y algo más. Confluyen en su figura la necesidad de mantener una rigurosidad académica, el sentar cátedra sobre aquello que devora hasta que ya no queda más que el origen, y la urgencia por salir de allí como se podrá ver en la cuenta de Instagram ernestocastrooutofcontext[1] o en sus ya mencionadas performances. No llega a los niveles cómicos de un Žižek, pero hace, sin querer, lo que sería soporífero. ameno y accesible.

En este libro, que decidí reseñar para Hénadas, revista internacional sobre pesimismo filosófico, no encontramos tanta filosofía como uno podría imaginar. Hay subidas de tono conceptuales como la “ontología tripartita” presentada por Žižek a razón de Jacques Lacan y sus tres registros, lo camp de Susan Sontag o lo impolítico de Roberto Espósito, por nombrar unos de los conceptos que me vienen ahora a la cabeza. Al igual que guiños a la historia de la filosofía sobre algunas de las personalidades que aparecen en el libro. Un claro ejemplo de ello es todo el capítulo dedicado a C. Tangana en el que se habla de la transustanciación[2] de Antón Álvarez Alfaro a lo largo de su carrera.

Encontrando referencias que demuestran que el libro ha sido escrito por un conocedor y entusiasta de la filosofía el libro entrega la sensación de estar leyendo la historia del trap en España. La tesis principal a la que se sujeta el libro es la que se puede ver en el subtitulo del libro y que reza lo siguiente: ¿es el trap una sublimación de la crisis económica que viene sufriendo España? o, mejor dicho, con las palabras de Ernesto,

¿Qué hace un joven célibe y abstemio como yo, que hace años no folla y que no ha probado ninguna droga dura en su vida, tarareando estas canciones lujuriosas y politoxicómanas? ¿Qué le ha pasado a la juventud española para que un empollón de clase media como yo tenga como referente cultural a figuras como Young Beef? ¿Estamos ante la fetichización de la pobreza, ante una erotización de la precariedad, como lo llaman los que critican el trap desde la izquierda? ¿O se trata de un fenómeno de empatía musical que va más allá de las clases, los géneros y las razas? (Castro, 2019: 12).

Esto nace tras declarar que el libro está dirigido “a mí mismo” (Castro, 2019: 12), lo que da a entender que él, Ernesto Castro, se ofrece a través de sus relaciones, opiniones, y remarca. Aunque en la página siguiente diga “entiendo que, para mucha gente, si las páginas que vienen a continuación tienen algún valor, no lo será por quien las ha escrito, sino por lo que en ellas está escrito” (Castro, 2019: 13). ¿El autor ha muerto? ¿El texto habla por sí sólo detenido en el tiempo y movilizado por lo que “mucha gente” haga con él mediante una hermeneusis cual un motor inmóvil? ¿O es que acaso queda plasmada la tendencia misma que presenta el trap como la urgencia por desvanecerse constantemente debido al sentimiento oceánico que no es angustia sino ansiedad[3]? Me explico.

El libro, mientras uno avanza por él, se halla con migajas filosóficas mientras una impresionante recopilación de documentos traza las vías por las que se ha ido desarrollando el trap hasta nuestros días, señalando las contradicciones internas entre los diferentes subgéneros y artistas del trap. Hasta llegar a la Outro, donde, particularmente, deseaba ver cómo se cerraba el análisis. Pero en su lugar me hallé con una revisión à la Lacan de la trama juvenil de la miniserie Boca Norte, producida por Playz de RTVE a principios del 2019 con la que enlaza las posibles conclusiones a las que uno puede llegar tras leer el libro:

            el mensaje simbólico de que a través de la música urbana (en singular, por favor) la filosofía se puede reconciliar con la cultura popular; el mensaje imaginario de mi presunto clasismo o elitismo al haberme atrevido a escribir un libro sobre trap sin formar parte de ese mundo; y el mensaje real sobre lo mucho que he abusado de la paciencia de mis lectores, maltratándoles a lo largo de tantas páginas sin haberles ofrecido ninguna conclusión rotunda y definitiva. […] este libro no tiene una conclusión rotunda y definitiva más allá de las tesis o hipótesis particulares que se han planteado en los capítulos previos acerca de temas tales como la crisis en España, la generación de los millennials, la concepción teológica del mundo, la cordura en la locura, la problemática del arte político, los enconados debates feministas, la obsesión por el pasado, la posibilidad del futuro, la situación de la industrial musical… Por suerte o por desgracia, al no tener una conclusión rotunda y definitiva, este libro no se puede defender en su conjunto, pero tampoco se puede atacar en su conjunto, sino que hay que ir peleando tesis por tesis, hipótesis por hipótesis (Castro, 2019: 408).

Y lleva razón. Cada capítulo, dedicado o a un subgénero del trap o a un artista en particular expone las distintas crisis por las que España ha ido pasando durante estos años de precariedad en diferentes, aunque interrelacionados, ámbitos de la vida cotidiana.

Es por ello que, no sólo por la estima que le tengo a la figura de Ernesto Castro al que pude ver en unas conferencias celebradas en la Universidad Autónoma de Barcelona con el motivo de los 100 años de la revolución rusa sino porque, considero que al no tener una conclusión rotunda el libro del trap, a mi parecer, rezuma, en cierto sentido, un sentimiento pesimista. Incluso me atrevería a decir que nace de un núcleo angustiante.

Ernesto Castro no es un youtuber, sube videos a la plataforma, pero no está por la plata sino por la forma. Si uno se fija, no hay publicidad en sus videos y la duración de estos es de dos a cuatro horas aproximadamente. Tampoco es un trapero. Entrevista a artistas del género, pero no ha compuesto ninguna canción o álbum, y si ha aparecido en la escena del trap es a raíz de sus entrevistas o por beefs que se han dado en contra suya[4]. Si pienso que la escritura de este libro nace de un sentimiento pésimo, es justamente por la relación de segundo grado con la que participa de la temática que trata[5]. Es decir, hace filosofía[6].

Tal y como dice recordando a Gustavo Bueno “«pensar es pensar contra alguien»” (Castro, 2019: 410). Y es, justamente, hallarse en ese lugar de irreductible inmanencia negativa a posteriori la que, llegando tarde, erige su propia posición en el espectro político. Del mismo modo en que esta reseña se presenta pasado más de medio año tras su publicación.

Aun así, me pregunto: ¿Se ha escogido deliberadamente la temática del trap para transversalizar ideas gestadas en distintos campos de estudio? Podría representarse esto gráficamente con este meme clásico.


De todas formas, pienso que sí, y desgraciadamente o no, para que algo no pase desapercibido requiere de aquello que la derecha, al igual que los traperos, sabe hacer bien: llamar la atención. Es por ello que se han dado escritos como el apresurado Sopa de Wuhan o Pandemic! de Slavoj Žižek tras la aparición de la cuarentena por el COVID-19. Lo cual nos lleva a la frase ya citada de Gustavo Bueno. En ningún caso es por ello peyorativo o pone en detrimento al ejercicio del pensamiento, sino que, en sentido contrario, lo alienta e invita a producir nuevas fronteras convirtiendo de esta forma (por volver al meme anterior) un tema mainstream en un conjunto rizomático, o simplemente el desquite de escribir sobre algo que a uno le gusta del modo en el que lo goza y, eventualmente, disfruta, como suele uno pensar de Derrida mientras escribía como escribía.

Por terminar con esta escueta reseña sobre el libro de Ernesto Castro, debo confesar que no soy forofo del trap español, y si hay algún género que me interesa relacionado con el trap es aquel proveniente de Estados Unidos[7] (nada de name dropping). Siendo yo también millennial y haber nacido en Rosario, Argentina, tal vez haya conllevado que también se haya perfilado mi gusto por este tipo de música. Pero aún así las diferencias, sabía que el libro no me decepcionaría y recibiría esa invitación que siento cuando escucho o leo al autor. Una invitación en este caso a trapear la precariedad a la que se ve lanzada la conciencia por una constante forma-de-vida que insiste en meternos en beefs cual simulacros para que lo mismo prosiga marginando, despreciando, la otra cosa[8]. Tampoco me gustaría abandonar esta reseña sin antes mencionar a Eloy Fernández Porta, en quien no he dejado de pensar mientras leía el libro, ya que en ciertos momentos la escritura me recuerda a cuando le leía al componer mi tesis de máster.

Por cierto, leer a Ernesto o escucharle en sus clases grabadas mientras estoy en Nueva Zelanda trabajando en horario nocturno, un “overnight shift[9]”, sienta como decía un compañero mío hace tiempo: una sensación de libertad semejante a estar en un tren en marcha en un vagón para ti solo.

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[1] Cfr. Ernesto Castro Out Of Context, recuperado de https://www.instagram.com/ernestocastrooutofcontext/

[2] Castro conceptualizando su carrera artística como una teogonía dice que “la trayectoria musical de Antón Álvarez Alfaro tiene la estructura de una teogonía que se puede dividir en cuatro periodos” (Castro, 2019: 136) los cuales describe en este orden: politeísta, monoteísta judío, monoteísta cristiano y monoteísta protestante en el que se la “ética tanganista o tanganiana engarza con el espíritu del capitalismo y comienzan los befes entre la Reforma y la Contrarreforma” (Castro, 2019: 136).

[3] Si por ansiedad entendemos llevar el órgano hasta sus topes (el hígado por consumo de alcohol, los pulmones con el tabaco, los ojos por fijar prolongadamente la vista, etc…), la angustia se refiere al conflicto nacido de no hallarse uno en otro cuerpo sino en el que se habita. La angustia es provocada por un imposible, el deseo, llevándonos al conflicto, y la ansiedad como colateral efecto de la pugna en la que el sujeto se halle: sala de espera.

[4] Como puede ser el que tuvo con Yung Beef al lanzar éste mismo libro en el que se halla una caricatura del artista. Cfr. Playz (09 de Octubre de 2019) “Ernesto Castro responde a Yung Beef: “Le escribí un correo antes de la comercialización del libro”” en Playztrends, recuperado de https://www.rtve.es/playz/20191009/ernesto-castro-responde-yung-beef-escribi-correo-antes-comercializacion-del-libro/1981145.shtml

[5] La identificación con el ser del youtuber o el trapero, se ve “trapeada”, engañada, por la figura del filósofo que traiciona con un acto reflexivo el propio lugar del ser, su lugar de enunciación. Pero en este caso el acto reflexivo no tiene consecuencias sobre la producción del trap sino que, por otro lado, “s’escombra cap a casa” puesto que no se ha salido de la burbuja, esfera sloterdijkiana o forma-de-vida agambeniana si se quiere, que se desprende del interés por la filosofía.

[6] Castro dirá que “filosofar sobre el trap en España no estriba en entrar con un pase de prensa a un concierto de música urbana para «sociabilizarse» y «cuidar los afectos» con los artistas urbanos de turno, sino en reflexionar a partir de los saberes y los materiales ofrecidos por tales «sociabilizadores» y «cuidadores de afectos»” (Castro, 2019: 410).

[7] En el caso de que tuviese que escoger un tema sobre el que hablar sería sin duda un largo comentario sobre el disco recopilatorio de la banda británica Tears for Fears titulado “Tears Rolls Down”, que va desde el 82 al 92.

[8] Hablo de la otra cosa y lo mismo en un artículo de esta misma revista cuyo título es “interludium”.

[9] También llamado “graveyard shift” debo confesar que en mi experiencia no trabajar de noche conlleva encontrarse con situaciones complejas tanto por cómo lidiar con situaciones fácilmente explicables como difíciles en las que la conciencia juega malas pasadas. Lo sobrenatural que se pueda extrapolar de la palabra cementerio hace justicia al turno.