Hakim Bey – Zona Temporalmente autónoma + Inmediatismo + CAOS por Juan Ignacio Iturraspe

Conocido entre anarquistas, dadaístas, situacionistas, y demás oscurantistas disidentes del binomio izquierda-derecha y exploradores de singularidades, Hakim Bey, Peter Lamborn Wilson, falleció hace no mucho, el 22 de mayo del 2022, dejando tras de sí una huella de experimentaciones comunales e individuales, investigaciones sobre diversas sociedades secretas chinas, piratas, hackers entre otras que han dado lugar no solo a los textos que tocaremos sino que ha provocado pasajes al acto de diversas “interzonas” como dirá William Burroughs (Bey, 2014: 11), “no-lugares e intersecciones en las que se abrían brechas temporales y espaciales por las que colarse y llegar a las puertas de palacio” (Ibid.). Bey, en el excelente prólogo del director de la editorial La Falguera[1], Servando Rocha[2], nos invita a la exploración de las TAZ, las zonas temporalmente autónomas o interzonas que aspiran “a impugnar todos y cada uno de los engaños, destruir los espejismos” (Bey, 2014: 13). Suena burdo el cometido de las TAZ, pero si nos fijamos más detalladamente, como veremos a continuación, no es una tarea fácil puesto que con el tiempo se han ido perfeccionando los mecanismos de las sociedades del espectáculo. Se han erigido con nuestras publicaciones, con nuestros tweets, con nuestras compras online, con nuestros bramidos en el desierto del mercado laboral, con el sudor de nuestras luchas diarias. Nuestras preguntas y respuestas quedan atrapadas por los remolinos discursivos cotidianos. Las Zonas Temporalmente Autónomas son, como dirá Rocha, rutas secretas a un mundo oculto como la fachada del 145 de la rue Lafayette en París (Ibid.).

“El mapa no es el territorio” dirá Alfred Korzybski en Science and sanity (Bey, 2014: 9). El territorio va por otros lugares. Hay sendas ocultas, escondrijos, callejones, pasillos en centros comerciales, casas okupas, etc., que pasan desapercibidas para el transeúnte[3]. Las cartografías secretas de las metrópolis se actualizan contantemente. El problema de la organización, ya lo decía Tiqqun, no es la cohesión sino la circulación. Amistades y afinidades que difícilmente serían vistas hoy en día, de ahí que veamos el interés de Hakim por las sociedades secretas chinas o los piratas. Como dirá Rocha, “La sociedad secreta no es otra cosa que el perfeccionamiento de la técnica de la desaparición. Es Magia Negra, un poder oscuro dirigido hacia objetivos políticos. La insurrección es un arte” (Bey, 2014: 18). Tiqqun y el Comité Invisible hablaban del “arte de las distancias” en Llamamiento y otros fogonazos y Ahora respectivamente, como aquel que nos permita no solo alejarnos de relaciones hostiles con los demás, animales, el planeta, etc., de la esfera del dinero y sus producciones maquínicas sino también entablar vínculos que generen otros mundos cuya irreversibilidad suponga un cambio rotundo para las formas-de-vida, haciendo perceptibles las fuerzas desterritorializadoras propias de la axiomática capitalista acumulativa y privativa[4].

¿Qué se televisa? Realmente la pátina superficial de los sucesos. Como decía Naiara[5] sobre Hermano Mayor, solo vemos el drama, satisfacemos esa pulsión voyerista que ve el interior de las casas con familias desestructuradas, pero no se ven las capas y capas de vectores que entran en juego. Lo mismo sucede, como señalan en la incisa introducción del Colectivo de Trabajadores Culturales La Falguera, con las narraciones sobre las actuaciones anarquistas, las cuales con el mero “hacer significancia” es suficiente (Bey, 2014: 20). Es como fichar en el curro, solo se tiene en cuenta la asistencia, pero no la burbujeante quemazón, el boiling point por el infierno personal que se está pasando. Una información es sustituible por otra en la televisión. Lo relevante es sostener ciertos significantes en el prime time y controlar sus significaciones[6].

En eso que escapa, en aquello que queda fuera del frame, esas distancias y duraciones, el CTC señalará que se halla una tarea compleja, “el complicado plano de las habilidades” (Bey, 2014: 23). El activismo de las Interzonas Anarquistas, es decir, el actuar en esos planos que escapan la cotidianeidad de lo cotidiano, no supone una organización, ni una estructuración, ni siquiera un partido, sino la experimentación de una exploración por una realidad anómala de nuestras urbes. Pone tres ejemplos: “el urbanismo unitario situacionista, […] la idea vaga del «pasearse», e incluso el acto gratuito de André Gide” (Ibid.). Hay varios ejemplos de esto, pero uno que suelo recordar es el de Andi Schmied quien haciéndose pasar por multimillonaria pudo acceder, mediante distintas inmobiliarias en Nueva York, a apartamentos de lujo que permanecen durante años vacíos, sirviendo a un fin meramente especulativo, lo cual no solo afecta al resto de propiedades y alquileres en la ciudad, sino que sostiene al 1% del 1% de la metrópolis[7].

En un capítulo titulado “La interzona como conexión y mapa de subversión” una cita de Susan Sontag nos recuerda que para poder acceder a estas cartografías es preciso “saber cómo perderse” (Bey, 2014: 24). Deleuze hablaba del uso de pseudónimos, heterónimos, en ¿Qué es la filosofía? al recordar al poeta portugués Fernando Pessoa. Al igual que la fingida multimillonaria Schmied, perderse supone, a nuestro parecer, abandonarse al vínculo, a lo que fenoménicamente se produce de esta interacción. Un alias no es un sobrenombre, es una declaración de principios, es una maquinaria funcional de la que se desprenden modos de hacer, afectos, etc., que toma distancias con el ego protésico sumido en un hedonismo falseado, como dirá Yole[8], que solemos mantener a flote con imagos, signos, figuras mediáticas, placer en la insatisfacción, goce masoquista, etc.

En las Interzonas, en palabras del CTC siguiendo a Burroughs, hallamos partisanos, aquellos personajes que son conscientes del enemigo y sus “métodos operacionales, y que está dispuesto a ponerlo todo en juego para combatirlo” (Bey, 2014: 25). Las Interzonas ideadas por William Burroughs, habitadas por estas figuras singulares, recuerdan a las instalaciones barrocas, en las que de golpe hay millones de asociaciones entre diversos campos. Conexiones por portezuelas, al filo de una perspectiva. Nos sumimos en la rareza de un espacio no cartografiado. La ciudad promete fluidez, circuitos, eficiencia, pero como señala el CTC con William Gibson, los puentes están, pero también pueden no esperar por nosotros (Bey, 2014: 26).

Las Interzonas no solo son pasadizos en mitad de la ciudad, también se refiere a relaciones afines con los demás. En el momento en el que, cansados de nuestra individualidad neoliberal, una libertad sujeta cada vez más a todo, decidimos experimentar la realidad de a dos, ya sea por amor, amistad, analogía de gustos, semejanza de temperamento o idearios resonantes, se nos abren posibilidades que nos sacan de esa hiperanalítica colonoscópica que, pintadas las paredes de mil colores y tapizados, entablamos relaciones cuya intimidad habilita nuevos mundos. ¿A quién no le ha pasado por ejemplo que después de una ruptura sentimental ha pasado por “aquellos lugares” y ha dicho entre suspiros “no es lo mismo”? O acaso esa sensación cuando dejamos el trabajo, ese último día, ¿no se torna todo de otro cariz? Mark Fisher hablaba de solidaridad en mitad de una rave, Matt Colquhoun sobre una redefinición de amistad, los GAM (Grupos de Ayuda Mutua) propuestos por el grupo Activament en Barcelona para el auxilio y soporte ante las dificultades para el acceso a la salud mental, poliamor reflexivo y consciente de los agujeros del proyecto ante narcisismos atropellados, agresivos y próximos a la psicopatía, redes de amistades en las que proliferan los cuidados haciendo incidencia en la exploración de la ternura y la escucha activa, el fantasma del anti-trabajo rondando los pasillos de oficinistas y generando ansiedad allí donde se aparece, y así un largo etcétera de prácticas relacionales que permiten acceder a nuevos procesos de personalización cuyos efectos tienen una notable incidencia política. Puede que, por salir del armario, abuelos que solían votar a partidos de derechas lo hagan ahora, a favor de sus nietos, a aquellos de izquierdas. El pride se disemina y levanta ampollas en aquellos tugurios egóticos y libertarios en los que el pluralismo esta visto como una cosa sucia, marginal y acéfala, enemiga de la sacrosanta bondad de los despreciadores del cuerpo.

Ante esto, el CTC, haciendo un repaso de distintas bandas urbanas, organizaciones marginales y demás disidentes agrupados, señala un factor funcional en el seno de este tipo de vínculos afines: están “fuertemente cohesionados” (Bey, 2014: 30). Y prosiguen diciendo que “por tanto, la manera de actuar, de crear comunidad, entre los grupos de afinidad de la interzona es una reinterpretación de las bandas surgidas tras la Segunda Guerra Mundial, pero en un momento presente en que necesitamos estructuras informales y cambiantes, móviles y con gran capacidad de improvisación” (Ibid.). Algo relevante a destacar es que estas Interzonas se generan a raíz de una necesidad radical, génesis de las revoluciones radicales de las que hablaba Marx (Bey, 2014: 32). ¿Qué necesidad radical estamos descubriendo en los últimos años? ¿Qué te pesa en tu día a día? ¿Cómo estás? ¿Lo notas verdad? Pues hay unos cuantos que también están así.

Lo curioso, y esto es una consecuencia del pensamiento anarquista que se palpa en el CTC, es que el acceso a este tipo de Interzonas que no son lugares de puro estatismo sino de creación dinámica y por lo tanto también destructiva[9], la estrategia no pasa por la fabricación de un programa sino el de distintos procesos extractivos. En palabras del CTC, ir haciéndose un “manual de bricolaje” (Bey, 2014: 32),

la construcción de estructuras y discursos autosuficientes, con capacidad para crecer en sus propósitos y en sus integrantes. Creemos que la mejor forma de lograr esto, sin renunciar a los objetivos últimos de cada uno, es el tejer grupos informales o coordinarse a través de redes formadas por la suma de grupos o personas que han puesto en práctica Interzonas Anarquistas (Bey, 2014: 38-39).

Es por ello que en estas Interzonas se desarrollan “programas de mínimos, el resto es lo más abierto posible” (Bey, 2014: 41). Lo que pondera es la atención sobre las intersecciones, los puntos de actuación, “allí donde cada cual entra y sale según lo desee” (Ibid.). De ahí que lo que está en constante movimiento son las duraciones y las distancias entre los actantes. Por esta razón no se comprende el término militancia, el partisano lo es en el espacio cotidiano. Un exorcista de fantasmas y su retorno. Por ello el CTC no habla de asambleas o momentos de ocio sino del “metro a las ocho de la mañana, paradigma de la alienación moderna” (Ibid.), allí donde se “ha renunciado a ser feliz, porque ya tan solo puede pretender sentirse contenta” (Bey, 2014: 42). ¿Qué espectros siguen vivos ahí? Como si de un cómic o una novela gráfica se tratara, o incluso un videojuego o una teoría conspirativa espiritual, hay entidades simbólicas que succionan esa alegría del encuentro y, seccionando la potencia vital en distintas tareas diarias infinitas como el autoconocimiento o la hiperformación, un taylorismo industrial del yo, no paramos de rodar ensanchando el umbral que separa el pensamiento de la acción. Las Interzonas vendrían a enact esta crisis de la presencia de la que hablaba Tiqqun, desde el anonimato. Es por ello que se habla de bricolaje, ya que son herramientas, no agrupaciones bajo el auspicio de un nombre participante del “terreno de lo conocido” (Bey, 2014: 43). No se busca la repetición del código ni de la Ideología, sino de la aparición del desorden, de la ambigüedad, allí donde resta el hacernos en la red de fondo de significación (Bey, 2014: 45).

Tras este prólogo de Rocha e introducción del CTC adentrémonos en los textos de Hakim Bey traducidos Valentina Maio.

Antes de continuar, para no hacer de esta reseña un extenso ensayo que desdibuje el propósito primero, solo haré hincapié en algunas de las ideas aquí contenidas ya que la copia que tengo del libro está llena de anotaciones en los márgenes y desarrollos en libretas, tanto físicas como virtuales, y considero que es preferible reservar dichas elucubraciones para otra ocasión. De hecho, esta proliferación de escritura rampante se dio en situación de exilio, lo cual, como comentábamos más arriba, propició la aparición de Interzonas, quiebres en el orden de lo cotidiano y desordenes afectivos que llevaron a agenciamientos de todo tipo. Las trazas de ello no sólo han ido dándose en ponencias, conversaciones e intervenciones sino en escritos recientes. Aquellos que sigan Exosui, no duden que ello sea confeccionado y publicado en algún momento futuro. Sin más, sigamos.

Caos. Desorden primigenio. Nun. Aguas primordiales. Constante estado de excepción imperceptible. Cristalizaciones sin rostro (Bey, 2014: 49).

No, escucha, lo que ocurrió fue esto: te mintieron, te vendieron ideas sobre el bien y el mal, te hicieron desconfiar de tu cuerpo y te avergonzaron de tu profetismo del caos, se inventaron palabras de asco para tu amor molecular, te mesmerizaron con su indiferencia, te aburrieron con la civilización y con todas sus roñosas emociones (Bey, 2014: 50).

Hay un futuro por el que ni siquiera nuestros abuelos o padres son conscientes que estamos luchando. De hecho, aún nos cuesta verlo porque, como decían Deleuze y Guattari en El Anti-Edipo, seguimos con mamá-papá ordenando los sucesos cotidianos. Lo que se halla más acá es el amor y el deseo hasta el horror (Ibid.) y nuestro constante desdén frente a ello a favor de “mobiliario mortajado, anestesia cotidiana, cagadas mentales, aburrimiento subreptil de los regímenes totalitarios, censura banal y dolor inútil” (Ibid.). Tal vez un acercamiento más coherente a este plano fenoménico sea el psicoanálisis o el esquizoanálisis, alguna analítica de lo real.

El terrorismo más temido es el de las bombas imaginarias (Bey, 2014: 51), ¿por qué sino tanto espectáculo, tanto uso de representaciones mediatizables y tanta red social desplazada del objetivo principal de comunicarnos a largas distancias, pseudo-suplencia de la cercanía? Bey dirá en este sentido,

desvalija casas, pero, en vez de robar, deja objetos poético-terroristas. Secuestra a alguien y hazlo feliz. Elige a alguien al azar y convéncelo de ser heredero de una inmensa, inútil y asombrosa fortuna -digamos 5000 hectáreas de Antártida o un viejo elefante de circo o un orfanato en Bombay o una colección de manuscritos alquímicos. Al final terminará por darse cuenta de que por un momento ha creído en algo extraordinario: el resultado será que se verá quizá llevado a buscar una forma de existencia más intensa (Bey, 2014: 51).

Bey sigue con mil ejemplos de actos que llevarían a la disrupción, interrupción y por lo tanto acceso a este caos. En nuestra opinión, lo que se suele ver tras estos “situacionismos” es la rigidez hegemónica de un yo protésico. No por nada, James Murphy, cantante de la banda LCD Soundsystem, tituló una de sus canciones “call the police” del álbum American Dream del 2017. Este dispositivo-disparador de obturaciones busca la conservación de la situación cuando no se puede hacer nada. Lo triste es que cada vez se puede menos y, por lo tanto, más llamadas tendrá la centralita metafísica de la policía. Las figuras de “expertos” como recientemente la de Daniel Lacalle, doctor también en Ctrl + C y Ctrl + V, aparece como comentarista en los medios sosteniendo sobre sus hombros el peso de ejercer de “ser-supuesto-saber”, como diríamos con Lacan. Pero el problema no está en que haya hecho un pay-to-win sino que da lo mismo quien esté ahí ocupando el lugar. Lo mismo que en la empresa (por si no se ve la analogía) y los trabajos de mierda como exploró David Graeber. Hay una exigencia constante por sujetarnos bien sujetos a los saberes provenientes de aquellos que descifran como nadie (probablemente nadie) los entresijos del Otro (que, spoiler para los que no han terminado análisis, no existe, aunque retorne).   

Pero Bey es consciente de ello justamente porque a lo que nos insta es a que

            la reacción o el choque estético provocados por el TP [Terrorismo Poético] en la audiencia han de ser al menos tan intensos como la emoción propia del terror: asco penetrante, excitación sexual, asombro supersticioso, miedo Dadá, una ruptura intuitiva repentina, sin importar si el TP va dirigido a una sola o a muchas personas, sin importar si va «firmado» o es anónimo. Si no transforma la vida de alguien (aparte de la del artista), es que no funciona (Bey, 2014: 53).

Podemos pensar en Marina Abramovic o Andy Kaufman, por nombrar dos que me vienen a la cabeza, sus performances en museos, salas de actos, platós de televisión, teatros, etc., y no iríamos errados. Pero a lo que se está refiriendo aquí Bey, va en otra dirección. Se trata de algo que cada cual puede realizar, y el hecho pasar por alguna institución pública o privada como las mencionadas no es más que un tramo de la propia circulación. A lo que alude Bey es a aquello que en Deleuze Oscuro dijo Andrew Culp: provocar un choque de mundos. “El terrorista TP se comporta como un estafador cuyo objetivo no es el dinero, sino el CAMBIO” (Ibid.).

Tras varias elucubraciones nos lleva hasta la siguiente conclusión:

            Así que entérate: nuestra realización, nuestra liberación depende de la de ellos; no porque remedemos a la Familia, esos «usureros del amor» que nos tienen rehenes de un futuro banal, ni al Estado, que nos escolariza para hundirnos bajo un horizonte de eventos de plúmbea «utilidad»; no, sino porque nosotros y ellos, los salvajes, somos imagen los unos de los otros, estamos atados y delimitados por ese hilo invisible que define los límites de la sensualidad, de las transgresión y la visión (Bey, 2014: 59).

No se trata de una guerra cultural sostenible[10] mediante la creación infinita de figuras antagónicas como sostiene la cultura de la cancelación, lo que antiguamente se conocían como haters y su hateo. El asunto no va de, nuevamente, como dice Murphy en “Us vs. them”, la misma historia “over and over again”, sino desde otra rúbrica, acceder a un plano de acción cuyas consecuencias sean nefastas e irreversibles, puesto que ha triunfado el hilo invisible y no la línea fronteriza. No una surgo, un simple levantamiento, sino un insurgo, “rebelión de uno mismo” (Bey, 2014: 91).

Por eso, al igual que Tiqqun, hace pasar el discurso no por una revolución sino por la revuelta, la insurrección tiene esta connotación temporal, tiene una duración en un emplazamiento liberado en el que se ponen en funcionamiento prácticas subversivas (Bey, 2014: 94). La interzona o las TAZ (Zona Temporalmente Autónoma) podrían ser lo que hallamos en la superficie como los movimientos Occupy en los que encontramos lo que sucedió en Nueva York en Wall Street o el 15M en la Plaza del Sol de Madrid entre otros. Pero, como ya mencionamos previamente, liberar un espacio cotidiano, exorcizarlo de fantasmas, puede darse en cualquier lugar en el que se concentren poltergeists, hoteles como el de Overlook de The Shining que eclosionan, someten y producen la cotidianeidad estipulando un rango de acción dentro del espectro.

            La TAZ es una forma de sublevación que no atenta directamente contra el Estado, una operación guerrillera que libera un área -de tierra, de tiempo, de imaginación- para luego disolverse y reconstruirse en otro lugar o tiempo, antes de que el Estado pueda acabar con ella. Puesto que el Estado tiene más que ver con la simulación que con la sustancia, la TAZ puede «ocupar» estas áreas clandestinamente y llevar adelante sus propósitos subversivos por un tiempo con relativa tranquilidad (Bey, 2014: 93).

Son movimientos que no constan en la historia, no son asumibles por la misma debido a su intrínseca necesidad por lo clandestino, por permanecer invisibles. Habitar las fisuras de la imposible tarea del Estado como omnipresente y omnipotente conlleva reconocer los ojos de qué Dios está buscando ser mirado. Por ello hablamos de Insurrección y no de Revolución. De hecho, las TAZ son una crítica a esta segunda. La presencia del insurrecto moviliza precisamente por la materialización de un mundo que corta, interrumpe, los devenires performativos introyectados del Estado a nivel molecular. Ello supone reconocer dónde se halla la espera de la Revolución y el deseo por la misma, para pasar a la acción contagiosa de las TAZ (Bey, 2014: 94-95). Por eso más adelante renegará tanto de una postura tecnofóbica o tecnofílica ya que no se trata de cumplir con un ideal utópico, “un mundo visionario nacido de una totalización falsa (todo verde o todo metálico)” (Bey, 2014: 111), sino que las TAZ responden a un querer existir “en este mundo” (Ibid.).

 A razón de este mundo como señala Bey nos llama a hacer una arqueología de la funcionalidad. Ya que el objetivo de las TAZ es incrementar la potencia de los manuales de bricolaje y su transmisión, nos recuerda que hay tradiciones de pensamiento y activismo político de las cuales podemos echar mano para confeccionar nuestros itinerarios, cartografías, etc. En palabras de Bey siguiendo varias agrupaciones y formaciones políticas y contraculturales de los últimos años alrededor del mundo nos insta a revisar lo siguiente:

            la importancia de la teoría estética (los Situacionistas); lo que podrían llamarse «economías pirata»: vivir de los excedentes de la sobreproducción social; la popularidad de los uniformes militares coloridos; el concepto de música como forma de cambio social revolucionario; y, finalmente su aspecto compartido de no permanencia, de estar listo para pasar a otra cosa, transmutarse, reubicarse en otras universidades, cimas montañosas, guetos, fábricas, guaridas, fincas abandonadas -o incluso otros planos de la realidad. […] Mientras tanto, seguid moviéndoos y vivid intensamente (Bey, 2014: 137).

Pero, ¿cómo vivir intensamente si somos padres de familia, currelas a horario completo, jóvenes atravesando mil crisis personales, fálicos defensores de la objetividad aniquilante, hedonistas deprimidos y un largo etcétera de encajonamientos neoliberales y derivas sociales del tejido productivo contemporáneo? Surgen varias acepciones por las que darnos a las TAZ. Una de estas es la que propone el anonimato. Del anonimato se desprenden dos premisas: la autonomía y el exilio. La cuestión nuevamente sigue siendo la no confrontación sino la distorsión estratégica. Difuminado este cuyos movimientos pueden ser perfectamente el anonadamiento tras un exorcismo de espíritus en una escena cotidiana o el choque rotundo de duraciones y distancias, de mundos. El Estado y los medios de comunicación responden a los intereses de una temporalidad determinada y una serie de topologías determinadas cuyo patrón sigue el de los significantes de acumulación de capitales, aumento de la eficiencia de los procesos productivos, mejora de los porcentajes de beneficios presentes y proyectivos, entre otros. Ante esta axiomática capitalística, este pliegue por el que andamos cada día y somos pensados cada trimestre, en conjunto con los dispositivos de control del Estado, como los llama Mark Fisher en Realismo Capitalista hiperburocratización de la vida cotidiana, el exilio consiste en trazar líneas de fuga que permitan la autonomía. Pero para ello es necesario reconocer las necesidades radicales y que la solución que hallemos siga estas directrices de la desaparición, técnicas de desaparición (Bey, 2014: 140) que explora Hakim Bey en el libro. La emancipación no es suficiente, ya que aún se sostiene bajo el pliegue capitalista. No se trata de holgadez en el movimiento sino de abandonar paulatinamente dicho cierre categorial. Como dirá Bey, estos “gestos que se hacen contra las instituciones, y en ese sentido son «negativos»; pero cada gesto negativo también sugiere una táctica alternativa «positiva» para remplazar y no tanto rechazar a la despreciada institución” (Bey, 2014: 141). Contra el nihilismo deconstructivo (mala interpretación del deconstructivismo derridiano) y la interpretación bastarda del posmodernismo, Bey no solo señala un agujero sino la potencia del abismo que se inaugura tras la apertura que bien puede ser por ejemplo tras dejar el trabajo, bajarse de la universidad, dejar a tu pareja, cambiar de amigos, dedicarse a lo que llena el alma, reconocer la gravedad de los pesares diarios y hacer algo con/desde ello, etc.

El rechazo positivo a diferencia del negativo es propositivo. Tiene “algo” con lo que remplazar lo existente. No es un trabajo de poda como en el sector laboral se haría con una huelga general (Bey, 2014: 142) sino una forma-de-vida cuya potencia se manifiesta como inadecuación en busca de lo adecuado para sostenerla.

La aparición en la vida cotidiana de lo maravillo, su penetración en los procesos diarios, marca el punto por el cual podemos explorar estas líneas de fuga. Permitir que el eros se dé en los tramos de vida conlleva explorar lo excesivo y lo extraño (Bey, 2014: 175). Del mismo modo en el que Mark Fisher ve en lo raro los límites, la delineación posible del alcance del realismo capitalista, Bey con Max Stirner ve la posibilidad de despertar de la hipnosis de los Espectros, de las abstracciones (Bey, 2014: 174). Esto se traslada a las producciones que hagamos, tanto artística, periodística, analítica, etc., ya que lo resultante de un proceso implique una interacción activa y no pasiva. Una creación cuyo fin pretendido sea discutido ampliamente, sin contar su potencial comercial sino su alcance vírico, contaminante, “completamente urdido en el tejido de nuestras vidas cotidianas” (Bey, 2014: 182).

 

Bibliografía

Bey, Hakim (2014) Zona Temporalmente Autónoma + Caos + Inmediatismo. Madrid: Ed. Enclave.

Culp, Andrew (2016) Oscuro Deleuze (trad. Ernesto Castro) Madrid: Ed. Melusina.

Deleuze, Gilles & Guattari, Félix (2017) Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia (trad. Francisco Monge) Barcelona: Ed. Paidós.

Fisher, Mark (2018) Realismo Capitalista. ¿No hay alternativa? (trad. Claudio Iglesias) Buenos Aires: Ed. Caja Negra.

Puertas, Naiara (2019) Al menos tienes trabajo. Valencia: Ed. Antipersona.

Tiqqun (2014) Esto no es un programa (trad. Javier Palacio Tauste) Madrid: Ed. errata Naturae.


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[1] Cfr. https://lafelguera.net/

[2] Cfr. https://www.servandorocha.com/

[3] Es curioso un sentimiento común de extrañamiento ante lugares liminales. Una especie de escalofrío lánguido recorre el cuerpo como si de una brújula anímica se tratara. Hay ciertos topos que despiertan una especie de unheimlich que, contrastado con compañeros y varias lecturas, pareciera ser algo bastante común, aunque no suela hablarse de ello en nuestros trayectos de A a B. 

[4] Como dirá Andrew Culp en Deleuze Oscuro, “el capitalismo ha de ser criticado por quedarse corto, pues combina el poder conductivo del desplegamiento con la lógica rizomática de la acumulación” (Culp, 2016: 76). Dicho con otras palabras y retomando lo dicho más arriba por Tiqqun, el problema no es la cohesión sino la circulación, cosa que la obturación, como un alto índice de colesterol, hace que se joda el resto del sistema nervioso. Lo mismo pasa en sitios como en la universidad, hay un porrón de literatura gris, de conocimiento y potencialidades, que quedan atrapadas en circuitos de auto-referencialidad, autoexplotación, becariado y una serie de actividades que no llegan a diseminarse por el tejido social, y en muchos casos, lo que llega es demasiado denso o superficial, como el acceso a la salud mental, 90 minutos al año de terapia, acceso médico a la farmacopea sin tutoría psicológica, infinita catarsis con amigos, música, cine, literatura y autodiagnóstico vía redes sociales pero ningún atravesamiento experiencial de análisis, fabulaciones metafísicas ensimismadas y fijadas a raíz de un síntoma como hizo Michelstaedter y gran parte de los románticos acabando en suicidio, y así un largo etcétera de pauperismo marginal psíquico.

[5] Puertas, Naiara (2019) Al menos tienes trabajo. Valencia: Ed. Antipersona.

[6] Como suele pasar en las tertulias televisivas del duopolio, cuando alguien se va más allá del tema, los mismos comentaristas o el presentador les redirige hacia el asunto a tratar y el modo.

[7] Cfr. VICE (9 de Mayo de 2022) “Tricking My Way Into NYC’s Billionaire Penthouses / Fakes, Frauds and Scammers”. YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=aKwkMZbeeGo

[8] Yole (8 de Junio de 2022) “La trampa del hedonismo capitalista”. YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=YfYqXaLDJQE

[9] “Se entra y se sale de la interzona como se quiera y cuando se quiera” (Bey, 2014: 32). También, más adelante hablará de la cara oculta del Terrorismo Poético, el Sabotaje del Arte, “creación-a-través-de-la-destrucción” (Bey, 2014: 62): el SA “no ha de servir a partido alguno, ni a nihilismo alguno, ni siquiera al arte mismo. Al igual que al desterrar las ilusiones se intensifican los sentidos, así la demolición de la plaga estética dulcifica el aire del mundo del discurso, del otro. El SA solo está al servicio del a conciencia, la atención, la vigilia” (Bey, 2014: 63). No busca el poder sino su liberación, atacar precisamente la institucionalización del arte como engaño y limitación de la conciencia como por ejemplo la “muzak” (Ibid.), música hecha enteramente para fines mercantiles y por ende despliegue analítico y dispositivo de control.   

[10] Referencia a la serie Ghost in the shell: SAC_2045 en la que los países usan un territorio como tubo de escape económico y de fuerza política al que destinar armamento en lo que llaman guerra sostenible. El problema llega cuando hay agentes post-humanos.