Frente a frente


Jeanette cuenta entre sus éxitos con una canción titulada frente a frente. Es menos conocida que la popular «por qué te vas», pero no por ello menos metáfora de nuestros tiempos. Sus estrofas recogen todas las emociones que marcan nuestro día; ruptura, desapego, aprensión, desasosiego y, por encima de todo, la impotencia por lo que parece inevitable y también irreparable. 

Hace menos de diez años el lema «¿cuánto hace que votaste con ilusión?» hablaba de otro clima político, y también otra red emocional. La esperanza parecía de perdedores (ahora se erige como lo único que sostiene) y la inercia hacia lo nuevo proveía de fuerza para confiar en el futuro. No hace tantos años de ello, y sin embargo, nuestros rostros parecen lanzar el mensaje de que fue hace mucho.  La “ilusión”, esa emoción que hace una década parecía ser el catalizador de todo,  se ha esfumado con la facilidad con la que se borra el arcoíris en el horizonte tras un día de lluvia.

El estado anímico colectivo que nos llevó a las plazas el 15 de mayo de 2011 ha intentado ser reeditado una y otra vez por diferentes campañas electorales; unas con más éxito, otras con menos a lo largo de las muchas citas electorales de esta última década. En cambio, todo parece indicar que entre los partidos de izquierda, su uso, se ha convertido en un más que cuestionable recurso de marketing en contraposición a una emoción capaz de  redirigir la brújula hacia la emancipación de las capas populares de la sociedad.

Es innegable que también nos encontramos frente a la extrema derecha y una derecha que pretende revertir no sólo los avances sociales, sino también las pequeñas conquistas alcanzadas con la instauración del bipartidismo del 78 después de la dictadura franquista. Por todo ello, el futuro da miedo, pero opto por pensar que sólo se puede encarar dándole la espalda, al menos temporalmente, para construir un nuevo horizonte político, también desde lo emocional. 

La ilusión del 15M se convierte en las citas electorales, en una suerte de delegación de la acción política. Un pequeño intento de participación ante una cotidianidad que nos exprime a través de una inmediatez que nadie parece poder pausar. Frente a esta idea tanto de nuestros tiempo, hay que recordar que las sufragistas nos enseñaron que el voto no es acto de consumo, es una acción política. Ninguna de ellas renunciaría al voto por mucha desilusión que habitara en su día a día.  

No podemos anhelar ser clientes de ningún partido político, pero tampoco renunciar al ejercicio de la ciudadanía a través de los derechos políticos. Yo no voy a votar con ilusión, pero sí que lo voy a hacer por compromiso, por el mañana que nos merecemos a nosotras mismas como clase social que sostenemos este país,  por todas aquellas que vendrán, y por la memoria digna que debemos impregnar en los libros que nos sobrevivan. Frente a la desilusión que nos arrastra hacia la antipolítica, reivindico la política en mayúsculas para ser dueñas de nuestro destino. Por qué no nos preguntamos «¿cuándo fue la última vez que votaste por compromiso por tu gente?». Nunca es tarde, si la dicha es buena.


Inés Morales, 08/07/23