QUADROPHENIA  NUCLEAR

 

El 12 de febrero de 2017,  el periodista Ernest Alós, publicaba en la sección de Ocio y Cultura de El Periódico de Catalunya,  un resumen de la entrevista que realizó a Josep Fontana con ocasión de la publicación del que era su último libro en aquel momento: El siglo de la Revolución, una obra en la que el prestigioso historiador catalán analizaba cómo la Revolución Rusa de 1917 condicionó lo sucedido en el siglo XX y aún más allá  llegando ,incluso, hasta nuestros días. Ernest Alós, con buen tino, había encabezado la reseña del libro con una reflexión que Fontana le había expresado en la entrevista, y que hoy  resulta especialmente pertinente: “El presente no da para muchas esperanzas”.


Hay, no obstante, algo curioso en la reseña: a Ernest Alós, sostener, como lo hacía Josep Fontana, que Putin estaba siendo acosado por Occidente, le resultaba “potencialmente polémico”. Quienes hemos conocido el ritmo de trabajo de Fontana y su rigor a la hora de cotejar fuentes de calidad, sabemos que estas y  otras aseveraciones realizadas en esta obra- y en su monumental Por el bien del Imperio- siempre eran avaladas con datos.


Sin desmerecer la profesionalidad de Ernest Alós, creo, no obstante,  que se desliza en su  afirmación de “potencialmente polémico” , algo de superficialidad que tiene que ver con lo políticamente correcto. Como muy bien explicaba el economista, sociólogo y periodista argentino Jorge Elbaum,  en una conferencia  (Cultura, geopolítica y comunicación - Casa de las Américas 2024, La Habana),  que Putin se rebele frente al juego sucio de Occidente es, “para la historia colonialista de Europa y EEUU, humillante e insoportable”.


Ni Josep Fontana, ni Jorge Elbaum, ni muchos otros,  pueden ser tildados  por los medios generalistas, de “putinistas”, sin faltar a la verdad, algo  que se hace sin descanso, como forma de descalificar y desprestigiar a todos aquellos que se alejen, o sencillamente maticen el relato otanista, netamente rusófobo y antichino. Algunos analistas, han pagado caro su independencia de criterio, como el profesor de Relaciones Internacionales Ezequiel Bistolletti, que fue expulsado de la Universidad de Berlín y  apartado, también,  de la tertulia de análisis internacional de la televisión pública alemana DW, por expresar matices incómodos para relato oficial que quiere confrontar “autocracias y democracias”.


Uno de los grandes problemas del mundo del periodismo de nuestros días, aparte del servilismo ideológico a la empresa propietaria del medio correspondiente, es el del desapego escandaloso al conocimiento histórico, siempre indispensable, y más,  si se pretende informar sobre contextos geopolíticos,  siempre contradictorios y embarrados.


Estos  esquemas de pensamiento, parece que han impregnado también a determinados sectores de una izquierda exquisita, que no dudan en tachar de rojipardo o estalibán (hasta ese punto de degradación y simplismo hemos llegado), a quién ose pensar con categorías históricas. Al parecer, también para estos movimientos de izquierda de un solo asunto -como diría Francisco Fernández Buey- quien destaque, por ejemplo, que el informe de RAND Corporation (el Think Tank más poderoso que asesoraba al Pentágono) ha sido la probada hoja de ruta de la intervención de EEUU en Ucrania desde 2014, para agredir y desestabilizar  a la Federación Rusa, con el fin de desmembrarla territorialmente y así controlar sus inmensos recursos energéticos,  es merecedor del calificativo  prorruso; si además,  se comete la ofensa imperdonable de poner en perspectiva histórica algunos datos de geografía humana de la Federación Rusa desde la época Yeltsin (momento en que se implementa en el país la brutal política neoliberal) hasta nuestros días, la censura sutil, y no tan sutil, estará garantizada. Alguien tampoco sospechoso de ortodoxo estalinista como el mencionado Francisco Fernández Buey, se refería a este tema en una entrevista en la televisión catalana TV3, el 4 de diciembre de 1996: las políticas económicas aplicadas hicieron descender la esperanza de vida por debajo de los 60años, y habían sido los propios técnicos de la ONU quienes habían evaluado en nueve millones y medio los rusos y ucranianos “desaparecidos” como consecuencia de la Gran Catástrofe de estos últimos años. Y añaden- paradoja de las paradojas en la época del neoliberalismo- que estos hombres y mujeres habrían sobrevivido de no haberse dado allí “una deserción del Estado”.


Esa izquierda que vivió la desaparición de la URSS con un desaforado optimismo,  es la misma que hoy habla de “Imperialismos”, omitiendo las más de 800 bases militares que rodean, ¡oh casualidad! a China y a Rusia, y desconociendo que en los dos países el Estado aparece como un ente regulador y sobre todo equilibrador social. Admitir esto,  no significa que los sistemas políticos en estos dos países no puedan y deban ser criticados en muchos aspectos, pero debemos poner todos los datos encima de la mesa, y uno de ellos,  es que la gestión de Vladimir Putin, por ejemplo,  ha enderezado en gran medida los desastres sociales perpetrados por el latrocinio en forma de privatizaciones (patrimonio  empresarial estatal y público),  que una oligarquía apoyada por Occidente, operó en el país en nombre de la democracia y  la efectividad económica.


En estos tiempos de confusión en el pensamiento progresista  occidental, no está demás recurrir a la memoria,  rescatando, por si tiene algún efecto,  algunas manifestaciones culturales; en una de ellas, la película británica Quadrophenia (1979, Franc Roddam), se realizaba una interesante radiografía social de finales de los sesenta en Reino Unido: en un sistema socioeconómico que mostraba síntomas de crisis, la juventud encontraba “salidas” a su frustración,  implicándose en una lógica de tribus urbanas (Mods contra Rockers), cuyos enfrentamientos violentos originaban en la ciudad costera de Brighton,  serios problemas de orden público.  Esta división social en nichos estéticos y despojados de ideología fue, en gran medida, la que se encontró diez años después Margaret Tatcher, sin duda,  un paisaje social que le facilitó su ofensiva neoliberal.


Hoy nos encontramos en una encrucijada muy similar. ¿Cómo es posible que en una situación como la actual la izquierda occidental no haya articulado ya,  un poderoso movimiento pacifista?¿Cuáles son los actuales nichos  que nos separan y nos impiden tener una visión del momento histórico más panorámica?¿Por qué las legítimas reivindicaciones en pos de la igualdad de género y la normalización de todas las tendencias sexuales han sido reformuladas en un incomprensible fetiche desmovilizador despojado de la perspectiva de clase?¿En qué laboratorios intelectuales se prepara ese Fentanilo cultural que tiene a la izquierda noqueada?


Mientras tanto, en nuestra Quadrophenia particular del año 2024, ya no es un confundido y desnortado joven como Jimmy, quien está dispuesto a saltar al vacío por los acantilados de Dover. Hoy, personajes tan infames como Zelensky y Netanyahu, están subidos a sus Lambrettas regaladas por el único imperio que hay, ese imperio que les ha cargado  de estimulantes en forma de letales armamentos. Sólo hay un problema: llevan al mundo entero subido detrás.

 

 

 

 Autoría: Miguel A. Jiménez


06/05/25