NI STURM, NI DRANG. Sobre cacerías izquierdistas y pasarelas al fascismo
Nos asombra que Alvise aparezca a través de Telegram, pero no nos asombramos que Twitter fuese la herramienta con la que se pudo organizar la primavera árabe. Las extremas derechas surgen como farsa tras la lectura previa de una izquierda que, en su necesidad reformista, no puede terminar de consumar su objetivo insurreccional. La reforma de una sociedad que lleva en su seno el fascismo, (tanto en la instauración de la democracia en España como en la fundación de la Unión Europea podemos reconocer sus rastros), es una imposibilidad que antes o después acaba reconociéndose. Hay que tener cuidado, claro, pero no tanto que acabe por asfixiar cualquier proyecto o dejarse acogotar. No hay nada nuevo en que Le Pen sea el peligro francés que empuja a los diferentes partidos que pasan por el gobierno a consumir parte de su programa político. No sabemos cuáles serán las consecuencias, pero el dinero que reciban los partidos que han logrado escaños les permitirá producir artefactos más y más precisos. Habrá, como hicimos, que reconocernos de nuevo en una política que ya no sea institucionalizable como de costumbre. No nos representan...
Mientras que desde todos lados se nos obliga a mirar y guardar nuestras posiciones respecto a los partidos fascistas o fasticizados, no podemos olvidar que Europa lleva tiempo ejecutando políticas contra inmigrantes. No, la socialdemocracia no puede servir como parapeto de las políticas fascistas, porque el objetivo nunca puede ser la gestión. El racismo que sostiene la pureza europea nace bajo el declive de una política de izquierdas que abrazó el poder olvidando el deber. Pero no se engañen, nunca hubo derecha, ni la hay. No hay agente crítico porque no hay nadie ahí, se van intercambiando el puesto cuando se gastan los personajes. Cuando rige la ley de la violencia son innecesarios los diálogos, lo único que vale es la fuerza, el polemos. Pero ¿contra quién estamos luchando? ¿Por qué no hay diálogo? Porque aquell_s con l_s que tendríamos que hablar no están ahí. Queremos decir con esto, la derecha maleducada, disruptiva y “rompedora” reproduce los tonos enfadados y llenos de ira de la indignación que levantó a la ciudadanía frente a los Estados. Soluciones rápidas para causas incorrectas.
La extrema derecha no es antieuropeista, la extrema derecha defiende la idea de Europa, como la defendía el III Reich, es decir, una sociedad superior moralmente a cualquier otra con la que se le quiera comparar. Es decir, un modelo elegible y programable. No olvidemos que, siguiendo la tesis de que el fascismo es propio del capitalismo (su envés), la libre circulación de personas (las elegidas) y capitales entre los Estados Miembros, no pueden suponer el blanco de sus objetivos (los terroristas conocen este hecho y son tan peligrosos porque atacan dicha circulación). La internacional reaccionaría o The Movement, como se ha hecho llamar a la agrupación de partidos de extrema derecha con Steve Bannon y El Yunque entre bambalinas, juega con el discurso a favor de una izquierda que está enamorada de la institución, atada a sus sillones, desposeída de sus voces. Conviene en este sentido revisar qué ha despertado el conflicto dentro del no-movimiento Sumar. El cisma no ha sido porque la izquierda a la izquierda del PSOE (es decir, la izquierda) haya perdido votos, lo que ha hecho explotar todo es que IU se haya quedado fuera del Parlamento Europeo. La institución por encima de la ideología, parece que aplaudían en muchos de los rincones que días después siguen llorando los resultados obtenidos. Compromís no es Sumar, Más Madrid no es Sumar, IU no es Sumar ¿Quién es Sumar? ¿Qué ha dejado esto? ¿Qué carajo estamos haciendo? ¿Es una cuestión de tibieza? ¿De no querer enfadar a nadie? ¿De que todo el mundo quepa en esa aparentemente insalvable crisis de representatividad? Esta crisis siempre estará. El problema reside en cómo se entiende y desde dónde.
Ya lo vimos. Un poco tarde, pero lo vimos. Se avisó. Dijimos, “cuidado con l_s fascistas” e incluso, “cuidado con la fascistización”. Integrar, integrar, integrar, integrar, integrar. ¿Seguro? ¿Seguro que todo el mundo entra en esta democracia? ¿Y qué hacemos con los desahuciados? Las elecciones europeas evidencian una realidad: los nadie no creen en Europa. Algun_s señalan que el error es del candidat_ y, con ello, nos vuelven a decir que no es la institución. La UE es lo que carece de representatividad en los barrios y calles donde sobrevivir se convierte en algo crucial. Podríamos caer en el intento de analizar y querer explicar el porqué algunos países poseen un alto porcentaje de participación mientras que la gran mayoría de países europeos nos muestran que no creen en el parlamento. Lo relevante aquí no es tanto eso sino intentar comprender cómo desde el referéndum que llevó a Tsipras a expulsar a Varoufakis de Syriza, en el cual Grecia votaba que “antes el país y la vida que Europa y la deuda”, hasta unas izquierdas cuyo objetivo es que sigan llegando fondos europeos y políticas verdes. Pero ¿qué verdor recorre Europa? Parece ser que ese ecologismo no entiende de contaminación bélica ninguna. El reciente Nouveau Front Populaire tiene entre sus puntos mantener el apoyo a Ucrania en su guerra contra Rusia, es decir, mantener la política de la guerra y, en Alemania nadie puede hablar de Palestina. La democracia europea no entiende de paz, la derechización o fascistización de la institución es la evidencia o muestra general del cinismo que ya estaba aquí. La xenofobia, el racismo y la homofobia hablan como los papers universitarios. Pero incluso así, sobrevolando ciertos conceptos, en este clima de entre guerras y genocidios, el miedo y la impotencia están sembradas en los discursos haciendo más fácil reforzar las narrativas proteccionistas y las dicotomías amigo-enemigo. No nos asombra nada de lo que Meloni le escupe al neocolonialismo en la cara a Macrom para buscar el apoyo italiano, tampoco que entre ellos se abracen y posen para la galeria cuando en el G7 desaparece el aborto como línea estratégica a seguir. No hay ningún acento antisistema en dicho discurso, es el sistema mismo hablando y poniendo en movimiento sus contradicciones.