Pre-texto
Preámbulos temáticos de participación
Pre-Texto: Vivienda / Habitabilidad
Diciembre - Febrero
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Foto de Abraham Canales
Los posts, reels y demás comunicados en los que vemos al Sindicato de Inquilinas, miembros del Instituto de Investigación Urbana de Barcelona (IDRA), jóvenes del OJS, organizaciones de acción contra el desahucio e infinidad de organizaciones transcomunitarias, autonómicas, ciudadanas, barriales o incluso de comunidades de vecinos se centran principalmente en una cosa: vivir en la ciudad es insostenible, la vivienda no puede continuar dependiendo del oleaje del mercado.
Valeria Racu, portavoz del Sindicato de Inquilinas, que en estos últimos meses ha venido apareciendo en medios de comunicación, generó cierto oleaje memético (tanto de los que hacen risa como de los que hacen de espejo ejemplar) enalteciendo un discurso que ha levantado ampollas allí donde lo intocable empezó a hacerse tangible.
«Tienen miedo» por eso sacan toda la artillería de los inqui-okupas, fomento de la fuerza paramilitar de l_s machacas es_s que ya sabemos y medios de comunicación cada vez más cargados de significantes como ‘inmigrantes’, ‘ocupación’, ‘guerra’, ‘malestar’… ¿Qué diferencia a Alvise? ¿Y a Ana Rosa? Hay algo curioso en todo esto que cabría preguntarse: si los tenientes y fondos buitre, grandes tenedores, tienen miedo, ¿no es ese miedo el que nos indica que el camino es el correcto? Saben lo importante de la huelga, lo catastrófico de no-cobrar sus alquileres.
Una bala surgió de entre la masa e impactó en un costado del corazón de la bestia. La propiedad privada, conjuro del cual no conseguiremos escapar sol_s, tiene cientos de defensor_s a todas horas, en todos lados. La propiedad privada, la mercancía, incluso está en nosotr_s. ¿Qué podemos hacer con un alma que solo conoce el idioma del capital persiguiendo D’ hasta el infinito? Son años sosteniendo su idea sesgada de la vida. Son sueños y designios estructurales como la pensión, el ascenso social, los lujos y demás chorradas de una inexistente clase media. Es doloroso sentir como se va haciendo pedazos un mundo para el cual se dedicó tanto tiempo, tanta esperanza que a su vez requería el sacrificio de nuestra agencia.
Ya las repercusiones mundiales ante el genocidio en la franja de Gaza despuntaban una línea que nos permitía vislumbrar cierta guerra civil mundial como diría Lazzarato. El reconocimiento de que se empiezan a grajear dos bandos en los cuales podemos ver por un lado quienes sostienen y empujan el capitalismo hacia adelante, hacia otras fases, y quienes se recrean y retroalimentan de sus privilegios. Donde lo complejo viene a simplificarse en prácticas y roles cada vez más marcadas e irreconciliables. Vean sino a esos pro-isrealitas que buscaban “ser pegados” con tal de iniciar una confrontación mientras quienes aún conservan parte de su humanidad sudaban de sus caras y sus reivindicaciones. El fascismo, moderno o falsamente posmoderno, siempre ha buscado lo mismo: la consistencia de las identidades, allá donde vaya. Son unos okupas de la identidad; como su base racial no puede fundamentarse en nada tangible, vaguea entre lo cultural y sociológico sin tocar tierra con nada. Fijando radicalmente aquello que toca. Su usurpación es tan endeble que solo puede sostenerse en el acuerdo afectivo común de lo aparentemente apolítico, de esquivar los disparos, de huir del foco, fortalecerse en lo marginal, para que todo ello acabe sirviendo al fascismo.
¿Qué refleja ese “miedo” del que hablamos antes? Ignorancia y saturación. Incluso diríamos, ignorancia por saturación. Jugar al Monopoly, comprando casitas y ver que hay infinidad de ventajas judiciales para los tenientes y especuladores te hace pensar que esto tiene que ver con tus propiedades. Una, dos, tres, incluso cuarenta y cuatro, se están viendo en peligro de regulación. ¡Oh no expropiación! Pero es precisamente algo mucho más esencial a lo que se dirigen las vociferaciones de un pueblo que está hasta los ovarios de tanto abuso: otra forma de vida.
El PSOE sigue con su larga estrategía de no intervención, promete una empresa pública de vivienda para que el espíritu que regula todo el circo nunca pare. Al “¡Construir! ¡Construir! ¡Construir!”, le contestan con el “¡Acumular! ¡Acumular! ¡Acumular!” toda la leña a las hogueras, toda la madera al fuego. Los últimos años de educación de bajos tipos de interés y de aglomeraciones metropolitanas han servido para que los grandes tenedores terminen de comprender que la reinversión, en dirección opuesta a la productividad, puede ser porcentualmente menor con cada gota de producto. Si la economía parece cada vez ser más intangible, lo tangible parece cada vez más alejado de nuestras vidas.
No parece que se pueda seguir tolerando mucho más tiempo la inhabitabilidad de las metrópolis. Nuestros gobiernos sonríen y juegan con la solidaridad entre iguales, entre caser_s e inquilin_s ¿Qué igualdad hay entre nosotr_s? La clase parasitaria del rentismo sobrevive de la “racionalidad” económica del mercado, pero ni el mercado es racional, ni el problema es económico. Vivir es ante todo político, la propiedad privada es ante todo política, la insurrección es ante todo política. La economía llega, casi siempre a posteriori, para disfrazar de científica la forma de su gobierno: el cual también es, ante todo, político.
Se están perfilando dos bandos con cada contribución, incluido este nuevo número de Metaxis. Tal vez, si proseguimos con esta lucha podamos conseguir intercambiar todo aquello que fue devorado por el valor de cambio y devolverle su uso del cual se extrapola esta vida en común por la que salimos a manifestarnos, organizamos, escribimos o conversamos hasta altas horas de la noche.