Jason Andrey Bonilla P.
@subspecienihil
Filósofo, UCR
Fecha: 02/06/2024
Minimalismo y austeridad. Explicitar formalmente la verdad de la negación y la afirmación de la falsedad en contra de la lógica neoliberalista del encubrimiento
κινδυνεύειτοιαύτην τινὰ πεπλέχθαι συμπλοκὴν τὸ μὴ ὂν τῷ ὄντι, καὶ μάλα ἄτοπον.[1]
Platón, Sofista, 240c
Del vacío estelar al espacio de las razones: el nihilismo de Ray Brassier
Ante el acontecimiento de la última conferencia del filósofo británico Ray Brassier, expandiéndose al máximo sobre el genocidio en Gaza a través de las nociones de mimesis y afinidad en Dialéctica negativa de Adorno, así como la censura impuesta a una charla anterior sobre políticas lacanianas de la ansiedad por su abierto anti-semitismo, atacando a Israel en aparente soporte a Hamas (pese a ser crítico de Hezbollah), resulta idóneo comentar la también reciente traducción, a cuenta mía, de un artículo suyo sobre el no-ser de lo normativo y el ser de la sofística, para ayudar a entender mejor la función de su filosofía en el filo de la navaja.
Sobre el pensamiento de Brassier he ensayado previamente en otro lugar[2]. Me conformo por ahora con enunciar un par de clasificaciones posibles a su trabajo. La filosofía de este autor puede entenderse según influencias o problemas. En la primera clasificación, tenemos tres períodos: uno influido por François Laruelle, otro por Alain Badiou y el último por Wilfrid Sellars. Esta taxonomía resulta insuficiente a la luz de los intereses actuales de Brassier, los cuales tienden a una apropiación anglosajona del idealismo alemán y un compromiso con la reinstauración del comunismo como proyecto prometeico. En la segunda clasificación, tenemos tres fases: la nihilista (de los primeros artículos hasta Nihil Unbound en 2007), la naturalista (comprometida intensamente con Sellars de 2008 a 2013) y la normativa (interesada en el hegelianismo-marxismo anglosajón de 2014 hasta la fecha). Cada fase trata aisladamente el problema correspondiente, de manera que presupone la renuncia de Brassier al nihilismo, apreciación incorrecta, pues existe un puente que conecta toda la empresa de este filósofo, de la verdad de la extinción a la compulsión de lo humano, de la cosmología a la política.
Tal puente, diremos con “That Which Is Not” [=TWN], no será otro que la obra maestra de Robert Brandon, Making It Explicit [=MIE] (1994)[3]. Dicho mamotreto, de más de 1000 páginas en la edición traducida al español, representa las ambiciones sistemáticas del heredero del naturalismo inferencialista de Sellars, diseñado al estilo de los héroes de la filosofía alemana que tanto admira Brassier, especialmente Hegel, el búho de Minerva. Anticipando su aspecto central, el contenido de MIE quiere revelar qué es pensar o decir algo según la estructura teórica de un sistema filosófico unificado. Este normativismo, legado de Kant, y libre de ideologías jurídicas, presta herramientas formalizadas para brindar una respuesta innovadora a la aporía del Sofista de Platón con la cual anular el discurso relativizado de la verdad a manos de posmodernos como Bruno Latour, quien es el objetivo a disparar en la segunda sección del artículo (TWN, 207-209). Habiendo puesto lo anterior de manifiesto, este escrito quiere clarificar ambas cosas, a saber, el inferencialismo racionalista brandomniano de las normas y el análisis dialéctico platónico del no-ser, con el fin de entrelazar las susodichas “fases” de Brassier en una sola cápsula nihilista de racionalidad.
Breve descripción del Sofista de Platón y planteamiento del problema
El diálogo sobre el ente [περὶ τοῦ ὄντος] del filósofo ateniense ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Noburu Notomi criticó, en sus indicaciones de cómo leer el Sofista, la preocupación exclusiva de la mayoría de los comentaristas por las cuestiones onto-lógicas. Su estudio al respecto de este desconcertante drama tiene la intención de dilucidar la interdependencia de las definiciones del sofista y el filósofo —precaria para Brassier (TWN, 205)— unificando la empresa platónica a través de la dialéctica de los conceptos de apariencia y realidad. El Dr. Notomi parece estar en lo cierto al decir que la unidad del diálogo reside en la distinción entre el sofista y el filósofo, generando una faceta dramática que involucra, siguiendo a Stanley Rosen, una concepción de la filosofía en cuanto problema, nunca doctrina, donde son debatidos los asuntos del ser y el no-ser, de la verdad y la falsedad.
La analítica de la negatividad de Platón tiene lugar en el ritmo de esta frágil interdependencia. El método de división nos llevó a discurrir, persiguiendo una definición del sofista hasta acorralarla contra la pared, entre diferentes técnicas imitativas, pues el pretendiente del sofista siempre será el imitador. Luego, de la técnica de producción de imágenes derivamos la técnica figurativa y la técnica simulativa. De esta última, Deleuze[4] y Notomi desprenden el término central de sus reflexiones platónicas: fantasma, simulacro, apariencia [φάντασμα] (236b). Pero, aquél que imita, no dice la verdad. ¿Incurre necesariamente en contradicción decir y pensar falsedades? El Extranjero de Elea narra la agónica súplica de una filosofía parmenídea demacrada:
Extr. — Un argumento semejante se atreve a sostener que existe lo que no es, pues, de otro modo, lo falso no podría llegar a ser. Pero el gran Parménides, hijo mío, cuando éramos jóvenes, desde el principio hasta el fin testimoniaba lo siguiente, tanto en prosa como en verso:
Que esto nunca se imponga —dice— que haya cosas que no son (237a).
Platón en ese pasaje está ironizando al intentar conciliar dos sistemas inconciliables, a saber, el parmenídeo y el sofístico. Por ello, en esta sección, el no-ser está equiparado a lo que no es del mismo modo que la absolutización del ser está equiparada a lo que es (=tesis eleática). La reivindicación de la existencia de lo absolutamente negativo, producto de la supuesta imposibilidad de explicación de los juicios falsos, lleva al pensamiento a construir un intermedio entre la noción de ‘nada’ a partir de la negación de ‘algo’. Estamos frente a un «no-algo» que servirá como preálmbulo a la teoría de la comunicación de los géneros, la mayor innovación del Sofista con respecto a la ontología platónica, una vez sea concretado el asesinato del padre, y Platón obligue a lo que no es —refutando el argumento paterno— a que sea en cierta manera, permitiéndole al “ciego que pueda ver”. Aquí el razonamiento tiene de axioma la contradicción en el ‘no’, pero en vez de negación de lo falso, sirve como base gnoseológica para argüir que lo que no es, existe de algún modo.
Caer en aporía, por lo anterior, resulta inevitable. La refutación de la tesis eleática (244b-245e) nos deja filosóficamente indefensos contra la sofistería. Aún en la contemporaneidad, le es dificultoso al pensamiento reponerse de este parricidio. Dos muestras de ello provienen de polos en apariencia opuestos: por un lado, el carácter irresoluble del ente [ὄν] (244a) es el motivo de la investigación al respecto del ser atemporal en la ontología categórica de Reinhardt Grossmann; y, por el otro, es el epígrafe de la obra maestra de Martin Heidegger. En otras palabras, cuando el ateniense, por medio del eleata, expresa: “manifiestamente ustedes están familiarizados desde hace mucho tiempo con lo que propiamente quiere decir cuando usan la expresión «ente»; en cambio, nosotros creíamos otrora comprenderlo, pero ahora estamos en aporía” (244a), establece a su vez un núcleo problema en común para la bifurcación académica entre la filosofía analítica y la filosofía continental. Esta brecha, por cierto, ha sido traspasada recientemente por figuras como el propio Brandom, quien ha dedicado un voluminoso libro a la Fenomenología hegeliana[5], epítome de las violaciones a los principios de inteligibilidad insoportable para los sajones.
Brassier contribuye a atravesar y superar esta división meramente universitaria. Con justa razón, puede hablarse de él como filósofo posanalítico y poscontinental a la vez, ya que mezcla el cientificismo y el esoterismo de manera tal que invade territorios restringidos por los límites de la lógica (analítica) y la política (continental). Dicha imbricación queda evidenciada por el retrato de sus dos más grandes influencias: Laruelle y Sellars. Empero, en TWN, un texto perteneciente a la presunta segunda fase del autor, parece no quedar rastro del declive del materialismo en nombre de la materia de la herejía axiomática laruelleana, aunque sigue presentándose una evidente persistencia de lo negativo.
En su obra prima, Brassier ya resaltaba los privilegios de la racionalidad conceptual deteniéndose ante la necesidad del pensamiento por considerar su ausencia, en la medida que pensar es conectar y desconectar conceptos de acuerdo a las propiedades de inferencia, evaluando la negación por encima de la afirmación. Por ello es que continúa siendo válido hablar de nihilismo en la obra actual del filósofo británico, como se reflejará al reconocer la negatividad de lo normativo en cuanto condición de la objetividad ontológica, y presumible respuesta a una de las interrogantes principales del diálogo platónico: ¿por qué argumentar contra la existencia de lo no-ente es autocontradictorio? (236a). Únicamente con la sobriedad epistemológica que distingue a éste tanatólogo es posible obtener un tratamiento tan refinado de la cuestión en términos de formalización del pensamiento, ahí donde “la filosofía es la disciplina de conceptualización —o lo que también llamaré formalización— por excelencia” (TWN, 204).
Robert Brandom y la normatividad en Making It Explicit
En mi ensayo sobre ruido y extinción en Brassier, llamo «normatividad negativa» a lo que el autor denomina «no-ser de lo normativo» (TWN, 209), con el fin de apreciar la interpretación brassieriana de la normatividad de Brandom en términos de negación y no exclusivamente de afirmación, caso del segundo. Existe un claro privilegio del habla de afirmar sobre cualquier otro acto verbal en el racionalismo lingüístico de MIE. Para Brandom, la semántica es una explicación de lo que se afirma en un acto afirmativo, mientras la pragmática es una explicación del uso del lenguaje. Hay un aprovechamiento inverso en el artículo de Brassier, pero consecuente con el “pragmatismo racionalista de alcance y profundidad asombrosos” producto del desarrollo de “la teoría inferencialista de la mente y el significado de Sellars” (TWN, 210). En breve pondremos a funcionar esa inversión.
La pragmática de Brandom es una pragmática normativa, y, por lo tanto, social. Articular la infraestructura formal del pensamiento y el habla es hacer explícito lo que ya estaba implícito en la práctica conceptual con relación a aquella «normatividad afirmativa». Socialmente hablando, las normas funcionan bajo un entrelazamiento entre agentes de habla. Es decir, la relación necesita de una otredad para funcionar. El estatus de las cosas está orientado a la corrección de usos, y no al uso real de lo que es atribuido. Una idea central en Brandom es que estos dos aspectos de la pragmática —lo normativo y lo social— son interdependientes, de modo que la normatividad, afirmativa o negativa, sólo puede entenderse en términos de participación en una práctica social entendida en términos Yo-Tú.
Kant, Frege y Sellars son los fundadores del normativismo. La diseminación de Brassier se limita únicamente al primero y al tercero. Textualmente: “Esta comprensión del carácter intrínsecamente normativo de la racionalidad se remonta a Kant. Kant transformó el debate sobre el estatus de la razón y socavó la premisa común al racionalismo dogmático y al escepticismo empirista al considerar los juicios, en lugar de las ideas, como las unidades elementales del pensamiento” (TWN, 209-210). En otras palabras, el kantismo considera que los conceptos son formas lógicas de juicio, y regula, normativizando el conocimiento, la actividad conceptual. La herencia de tal regulación cognitiva de las normas es recibida por Sellars —en forma de una teoría de la mente naturalista— y la escuela de Pittsburgh, de la cual Brandom forma parte íntegra, al punto de ser su mayor representante hoy en día.
Dejemos que el filósofo inglés narre la sucesión con sus propias palabras: “Más recientemente, Robert Brandom ha desarrollado la teoría inferencialista de la mente y el significado de Sellars en un pragmatismo racionalista de alcance y profundidad asombrosos”. ¿Qué es lo importante a ser retenido de este sistema normativista? Para Brassier, el hecho de que la “concepción inferencialista de la normatividad es completamente formal y, por lo tanto, austeramente minimalista”. La gran virtud radica, por lo tanto, en el aspecto formal. Tal formalidad deriva “de una explicación de la racionalidad basada en la postulada equivalencia de la forma lógica y conceptual tal como se exhibe en el lenguaje” (TWD, 210). Por racionalidad, Brassier entiende, muy kantianamente, no una facultad psicológica, pues, dada la interdependencia entre lenguaje y socialidad, aquella responde mejor a un «artefacto lingüístico socialmente instanciado». No debe confundirse, dada esta explicitación formal de las condiciones sociolingüísticas de la conceptualización, lo «normativo» con una especie de moralismo trascendental reaccionario fruto del abuso ideológico del término.
“Articular la infraestructura formal del pensamiento y el habla es hacer explícito lo que ya estaba implícito en la práctica conceptual. Es establecer las condiciones previas para saber cómo pensar y hablar” (TWD, 210). Esto será la clave para el impacto del no-ser de lo normativo en la crítica a la teoría filosófica contemporánea. En el sentido más simple, la filosofía es, en tanto disciplina de conceptualización, la explicitación formal de la verdad. Para Brassier, la verdad es la asertabilidad semánticamente correcta, una transición desde un respaldo implícito a un respaldo explícito. El tono implacablemente minimalista de esta definición de la filosofía implica, además, que la crítica es un término normativo cuyo fundamento último proviene de la razón misma. Aquí tiene lugar “un nihilismo austero y exigente, a la vez epistemológico y ontológico, que, por supuesto, es anatema para aquellos cuyo desprecio por la racionalidad se deriva de figuras como Nietzsche o Bergson” (TWD, 211). Las conclusiones de Brassier al respecto de esta posición tienen alcances alucinantes, pero mostraré sólo uno para finalizar.
Visceral afirmación de lo falso: exclusión y posthumanidad en el capitalismo
La infraestructura lógica de la racionalidad conceptual, implicada en cada intento de articular lo que es, no puede ser reinscrita como parte de la realidad sin generar inmediatamente contradicciones que obstaculizan la coherencia del discurso. Por ese motivo era necesario una apología de la diferencia trascendental platónica entre apariencia y realidad —que deviene en la diferencia epistemológica entre opinión y conocimiento—, pues inserta una forma de negatividad en tanto condición de verdad objetiva en el discurso, pero también aquello que no puede ser objetivado sin socavar la posibilidad de tal verdad. Entre la estructura del discurso objetivador y su motor inobjetivable está el no-ser de lo real, implicado en la dehiscencia originaria entre apariencia y realidad.
El tanatólogo explaya: “Esta nada proporciona la fuente última de la negatividad no conceptual que alimenta la negatividad dialéctica (es decir, la negación en el concepto) como contradicción entre lo que se presupone en la práctica conceptual y lo que se afirma a nivel de contenido conceptual” (TWN, 211). Cualquier afirmación sobre la existencia implica una dimensión normativa que no puede integrarse directamente en la estructura de lo que existe. Aunque resulta esencial para articular la verdad acerca de lo que es, tratar de incluir esta dimensión en cualquier juicio existencial termina inevitablemente por invalidar su propia verdad. El texto concluye ascéticamente admitiendo la existencia del no-ser de lo normativo, es decir, la racionalidad conceptual, siendo la condición habilitante para la objetividad ontológica. ¿Y cuáles son las repercusiones de este cierre sobre la realidad social?
Consecuentemente, el nihilismo ontológico de Brassier, mediante su sobriedad epistemológica, ataca el capitalismo —cuya arma nuclear, la lógica liberal poshumanista, tiene como corolario la «ética de la afirmación», producto de la concepción no purgada de ideologías del trascendentalismo moral, mal llamado “normativismo”— explicitando lo que enmascara, esto es, la subdivisión de clases por parte del capital en raza, género, etnia, cultura, etc. La purgación ideológica de la normatividad, negando la ratificación metafísica de la personificación de las cosas[6], denuncia el excepcionalismo humano de las teorías “críticas” contemporáneas —criticadas fuertemente en la ponencia sobre Adorno— a partir de la sospechosa subyugación que implica discriminar la especie confundiendo la especificación restrictiva con la desespecificación genérica. [Esta concepción final describe al ser humano como lo que Alain Badiou denomina "el animal vaciado" (voided animal), una excepción que abarca la parte no especificada de todo: ni blanco ni negro, ni masculino ni femenino, ni heterosexual ni homosexual, y así sucesivamente].
Al explicitar cómo la especificación y la desespecificación están unidas en la axiomática capitalista históricamente admitida de reproducción social, articulando una red de “faltantes”, esta versión del nihilismo impide la inferencia de la excepción a la exclusión. De tal forma, visibilizar, o sea, explicitar los crímenes contra la humanidad de Israel, necesariamente los incluye en un discurso donde son voluntariamente excluidos, legalizando la atrocidad mercantilizada del análisis de Marx sobre el capital como la “contradicción en movimiento” que busca extraer magnitudes cada vez mayores de, en este caso, asesinato en masa justificado por encubrimiento, exterminando “sigilosamente” una raza desterrada en la universación del género «humano». El nihilista austero, por su tono minimalista, parece ser, exponencialmente, mucho más crítico, racional y sensato que el humanista mainstream promedio. La negación entrelazada a la verdad exhibe los privilegios de la afirmación y su integración con la falsedad.
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[1] “Es de temer que el no-ser esté entrelazado con el ser mediante una combinación de este tipo, lo cual es muy insólito”. Enunciada por Teeteto, esta frase adecúa bien el motivo del artículo de Ray Brassier que comentamos a continuación, lucible en el subtítulo del mismo: filosofía como entrelazamiento entre verdad y negatividad. Originalmente publicado para la Revista Stasis (n°1, 2013, pp.174-186), citaremos el texto según las siglas de su título en inglés, “That Which is Not”, seguido del número de página en la traducción para la Revista de Filosofía de la UCR (n°166, 2024, pp.201-210).
[2] Bonilla Pereira, J. A. "Ensayo brassieriano sobre ruido: anti-estética del noise, normatividad negativa y metafísica de la extinción." Revista de Filosofía de La Universidad de Costa Rica 63, no. 166, 2024, pp.105-128. El exordio de este artículo trata de presentar un despliegue conceptual de la filosofía de Brassier.
[3] En una frenética entrevista para https://www.3-16am.co.uk/, le solicitan a Brassier recomendar cinco libros para sumergirse en su mundo filosófico. La selección consistió en: Science, Perception, and Reality de Wilfrid Sellars, Realizing Reason: a Narrative of Truth and Knowing de Danielle Macbeth, Théorie du sujet de Alain Badiou, Intelligence and Spirit de Reza Negarestani, y por supuesto, Making it Explicit: Reasoning, Representing, and Discursive Commitment de Robert Brandom.
[4] Véase, Lógica del sentido, 1989, pp.255-267. Buscando un significado de la «reversión del platonismo» de raíz nietzscheana, Deleuze prefiere la imagen por encima de la Idea, recurriendo a la distinción entre original y copias. Contra el desiderátum unitario de todo idealismo metafísico, Brassier desestima esta clase de proyectos como el deleuziano: “No es sorprendente, entonces, que la reversión del platonismo siga siendo el requisito indispensable para restablecer la unidad de la mente y la naturaleza” (TWN, 205).
[5] Brandom, Robert B. A Spirit of Trust: A Reading of Hegel's Phenomenology. Cambridge: Harvard University Press, 2019. Véase también Beyond the Analytic-Continental Divide: Pluralist Philosophy in the Twenty-First Century (Routledge, 2016) y Idealism, Relativism, and Realism: New Essays on Objectivity Beyond the Analytic-Continental Divide (De Gruyter, 2020) para ampliar el tema. [Este último volumen contiene una contribución de Brassier al marxismo analítico].
[6] “Y dado que el capitalismo ya ha subvertido el humanismo burgués personificando cosas (incluidas las corporaciones), el “horizonte social de esperanza” para “un pueblo por venir” bajo el capitalismo se reduce a la afirmación de que los indígenas, feministas, queer, discapacitados de otra manera, y así sucesivamente, son “personas” tanto como lo son las cosas” (Brassier, The Compulsion of the Human, 2022, p321).